lunes, junio 22, 2009
LA TESIS DE PULACAYO, LUCHA BOLIVIANA PERMANENTE
BOLIVIA
LAS TESIS DE PULACAYO
Por: Ricardo Armando Gonzalez Saavedra
En noviembre de 1946, el Congreso extraordinario de Mineros reunido en Pulacayo para discutir la orientación de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB), aprueba por unanimidad las tesis que luego se conocerían como Tesis de Pulacayo, presentadas por la delegación de Llallagua, e inspiradas por Guillermo Lora, dirigente del POR.
Esta Tesis configura un verdadero programa revolucionario para la toma del poder por la clase obrera , y es la mayor conquista programática lograda por el proletariado de América Latina. Por primera vez en nuestro continente, el programa del trotskismo trascendía los pequeños grupos y se hacía carne en la vanguardia del proletariado boliviano: los mineros.
La Tesis establecía claramente, entre otras importantísimas definiciones políticas y programáticas, que: "1- El proletariado, aún en Bolivia, constituye la clase social revolucionaria por excelencia". Definía, siguiendo el método de la Teoría de la Revolución permanente, que Bolivia era un país capitalista, a pesar de su atraso y de la supervivencia de formas precapitalistas de producción, y que la burguesía era incapaz de realizar las tareas de la revolución democrático burguesa, es decir, la liquidación de los latifundios, la unificación nacional y la liberación del yugo imperialista. Sin embargo, aclaraban que "Los trabajadores del subsuelo no insinuamos que debe pasarse por alto la etapa demo-burguesa: la lucha por elementales garantías democráticas y por la revolución agraria antiimperialista (...) Señalamos que revolución demo-burguesa, si no se la quiere estrangular, debe convertirse sólo en una fase de la Revolución proletaria (...) Dejamos claramente sentado que la revolución será democrático-burguesa por sus objetivos, y sólo un episodio de la Revolución Social por la clase social que la acaudillará. La revolución proletaria en Bolivia no quiere decir excluir a las otras capas explotadas de la nación, sino la alianza revolucionaria del proletariado, con los campesinos, con los artesanos y otros sectores de la pequeño burguesía. La Dictadura del proletariado es la proyección estatal de dicha alianza. La consigna de Revolución y Dictadura proletarias ponen en claro el hecho de que será la clase obrera el núcleo director de dicha transformación y de dicho estado. Lo contrario, sostener que la revolución democrático burguesa por tal, será realizada por sectores ‘progresistas’ de la burguesía y que el futuro estado encarnará en un gobierno de unidad y concordia nacionales, pone de manifiesto la intención firme de estrangular el movimiento revolucionario en el marco de la democracia burguesa. Los trabajadores una vez en el poder, no podrán detenerse indefinidamente en los límites demo-burgueses y se verán obligados, cada día en mayor medida, a dar cortes siempre más profundos en el régimen de la propiedad privada, de este modo la revolución adquirirá carácter permanente".
Esta definición era la base sobre las que se asentaba el programa de reivindicaciones transitorias de la Tesis, que levantaba, entre otras medidas, el salario básico vital y escala móvil de salarios, semana laboral de 40 horas y escala móvil de horas de trabajo, contratos colectivos de trabajo, independencia sindical, ocupación y control obrero de las minas, armamentos para los trabajadores, fondo de huelga, supresión del trabajo a contrato.
Es un extracto del documento Original.
MEXICO, PERU SIGLO XIX... UNA COMPARACION
A fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, en Méjico y Perú además de las jurisdicciones políticas y las regiones coloniales habían otras divisiones: las clases, el color de la piel, los idiomas y la identidad étnica. Estas categorías se fundaban en la identidad social, no en el color de la piel y lo que unía a esta población eran sus creencias y actitudes comunes respecto del rey, el imperio y la religión.
En América todos los acontecimientos económicos estaban unidos a otros sociales y políticos. En el periodo de 1730-1830 se producen grandes acontecimientos de tipo social-étnico que intentan una transformación en el estado colonial hasta llegar al proceso de independencia. Para el caso de Méjico Taylor habla de rebeliones e insurrecciones, a las que O`Phelan denomina revueltas . En el Alto Perú (zona que hoy son Bolivia y Perú) se produce lo que Vilar califica de gran rebelión de Tupac Amaru , que en alguna medida define la tendencia de las diferentes grupos sociales subalternos y la importancia que tendrán en las futuras luchas por la independencia de las naciones americanas.
La invocación del pasado étnico parece ser una práctica constante del nacionalismo. Sin embargo, esto no quiere decir que se trate de un proceso mecánico y absolutamente condicional en la creación de naciones. El surgimiento de una comunidad cultural que aspira a ser políticamente independiente no es solamente una actividad basada en decretos y acuerdos sino también involucra su propio sentido de la memoria histórica como forma de legitimación de la nueva nación. El pasado étnico se percibe a través de mitos, símbolos y leyendas, mientras que el nacionalismo emerge como la primera expresión de conciencia y defensa cultural de dicho pasado étnico. El nacionalismo como movimiento cultural usa mitos y símbolos para proveer a la comunidad que busca autonomía política una identidad cultural propia. El uso de mitos impulsa a la acción colectiva y demuestra tener la capacidad para la movilización popular Explicar de manera comparativa el uso ideológico del pasado prehispánico en el nacionalismo incipiente de Méjico y Perú de finales del siglo XVIII frente a la disolución del poder colonial es importante para comprender los procesos independentistas. Los términos de esta comparación son que tanto Méjico como Perú tienen una experiencia histórica similar, pero la existencia del pasado prehispánico o étnico fue utilizada de diferente manera en la etapa anterior a la formulación de independencia. Las experiencias históricas compartidas son: memoria de un pasado imperial conquistado por la Corona española; experiencia colonial prolongada y formación de la sociedad de castas. A pesar de estos hechos en común, las dos nacientes naciones manifestaron diferentes usos de su historia. Méjico usó y reelaboró el pasado azteca, a pesar de la indianidad vigente, con el fin de romper política y culturalmente con España. Perú mostró Ambigüedad en el uso del pasado inca en tanto la indianidad fuese vigente y manifestó continuidad con España. Crear una comunidad con historia propia fue un rasgo sobresaliente del nacionalismo mexicano; mantener una vinculación con la tradición hispánica y temor a la comunidad inca fue una preocupación peruana. Ahora bien, ¿qué factores determinaron estas diferencias ideológicas entre Perú y Méjico en cuanto a sus nacionalismos incipientes y ante la disolución del orden colonial? En principio, resulta útil el planteamiento de la siguiente conjetura: a mayor presión indígena, menor interés criollo por la tradición étnica y prehispánica. Esta suposición aplicada de manera comparativa se puede explicar por medio de dos variables: la tensión étnico-racial de la sociedad de castas y la ocurrencia e intensidad de revueltas indígenas anteriores a la declaración de la independencia. La composición étnica y racial de Perú y Méjico a finales del siglo XVIII y principios del XIX mostraba similitudes. En ambas sociedades la población estaba compuesta por cuatro categorías raciales básicas.
Población Perú Méjico
Blancos (1) 140.890 (13%) 1.095.000 (23%)
Indios 648.615 (58%) 2.500.000 (52%)
Mestizos 244.313 (22%) 1.231.000 (25%)
Negros 81.389(7%) 6.100(0,13%)
Total 1.115.207 (100%)(a) 4.832.100 (100%)(b)
(1) Incluye a criollos y peninsulares a) Fuente: John Lynch, The Spanish American Revolutions 1808-1826, p. 380, nota 2 (b) Jacques Lataye, Quetzalcóatl y Guadalupe, p.49.
En términos generales, tanto en Méjico como en Perú el grupo blanco controlaba prioritariamente la economía, religión y política. Las castas y la mayoría de indios se encontraban en el último escalón de la sociedad. Eran tributarios y proveían la principal fuerza de trabajo para la economía colonial. Dentro de la categoría indígena existía una tradicional división mantenida por las autoridades coloniales: la llamada nobleza indígena, conocida en Perú como los curacas y en Méjico como los caciques. Este sector nativo era poseedor de tierras y jugaba un papel clave en la recolección de tributos y reclutamiento de fuerza de trabajo para las encomiendas, mitas y repartimientos. También se distinguía de sus semejantes y coetáneos por su sistemática adoctrinación en la religión católica y las maneras hispanas. Perú estaba habitado por diversas razas sin cohesión entre sí, con un antagonismo latente hasta en la misma raza blanca, según fuese su procedencia europea o americana. Ésta región fue el centro y el nervio de la reacción realista, a punto de llegar casi a dominar la revolución sudamericana por algún tiempo y prolongar la lucha por espacio de 15 años. Por eso hacia el convergían los ejércitos americanos del sur y del norte en 1820.
La tensión étnico-racial entre las diversas categorías ocurría de forma diferente en las dos sociedades. En Perú se trata del típico antagonismo racial entre indios y blancos. En los Andes era más común la tendencia a que los indios aceptaran el peso de las formas de trabajo impuesto cuando éste era exigido por indios principales y curacas. La situación era diferente si el trabajo era requerido por un blanco o incluso un mestizo. Entonces había reacciones de repulsa y cierta violencia por parte del sector indígena. Por otra parte, en Méjico la fricción fundamental tenía lugar por la rivalidad entre la minoría de blancos peninsulares y blancos americanos. Esta rivalidad es patente a finales del siglo XVIII entre las primeras generaciones de blancos americanos (criollos) y la llegada de nuevos españoles emigrantes atraídos por el éxito de la economía colonial.
Si bien ambos sectores, criollos y peninsulares mantenían asociación racial, comunidad lingüística y participaban en la misma tradición hispana basada en la adhesión a la religión y pensamiento católicos, existía la obvia diferencia de su pertenencia geográfica, o sea, su lugar de nacimiento. Ésta característica ha pretendido explicar el hecho de que los criollos de Méjico tuvieran riquezas o acceso a la educación eclesiástica, pero no derechos para ocupar altos puestos dirigentes o administrativos. Además en Méjico la cantidad de nobles ricos llego a superar a la nobleza de España de ahí que la representación de Méjico en carácter de diputados convocados por la regencia fuera mayor, el 60% de los diputados hispanoamericanos era de Méjico.
Otros aspectos preocupaban a la minoría blanca del Perú, como lo fueron las frecuentes revueltas indígenas entre 1708 y 1783. Los blancos peruanos, fuesen criollos o peninsulares, eran conscientes o tenían la intuición de su condición minoritaria en un medio predominantemente no europeo. Intentos intelectuales enfocados a marcar alguna distinción al interior de este grupo racial y culturalmente homogéneo a la percepción de la mayoría de castas e indios era un riesgo que ponía en duda la sobrevivencia misma del grupo. La vulnerabilidad sobre la que se asentaba la sociedad de castas implicaba en ambos virreinatos invocar con cautela ideas políticas que no se confundieran con "guerras de castas" o significaran la recuperación del territorio usurpado, el exterminio de blancos o la restauración cultural y organizativa de la anterior sociedad autóctona.
En general, la independencia hispanoamericana tuvo que contender con dos enemigos y un aliado potencial: los ejércitos de España; la oposición, o la inercia de los criollos, y las embarazosas exigencias de las fuerzas populares. Las revoluciones hispanoamericanas se realizaron a escala continental, pero no fueron un movimiento concertado. Compartieron un común origen y un común objetivo, pero difirieron unas de otras por su organización militar y política. Así como en Méjico la religión fue un elemento que aglutinó a criollos, mestizos, e indígenas bajo el mando de la virgen de Guadalupe, en Perú fue el inca la figura a la que recurrieron criollos provincianos y caciques mestizos para tener el apoyo indígena.
El caso de Méjico era especial, y constituía un desafío más a la revolución americana. Dividido en sus objetivos, presa de sus conflictos internos, Méjico era propicio a una intervención exterior. Pero no podía recibirla .Estaba lejos de los grandes centros de la revolución del sur, más allá del alcance de los libertadores continentales, Méjico luchó solo y su lucha nació de sí mismo. La revolución mejicana se diferencia de la de Perú en dos aspectos vitales, empezó como una violenta protesta social desde abajo; y España tenía más que perder en Méjico que en cualquier otro lugar en América.
En cambio en Perú, en vísperas de la revolución, existía una población de algo más de un millón de habitantes. Los indios constituían el 58% del total y los mestizos el 22%. Estaban concentrados en la región andina, donde practicaban una agricultura de subsistencia y proporcionaban mano de obra para las minas, obrajes y haciendas. Los esclavos negros constituían alrededor del 4% de la población, y la gente de color, libre, alrededor del mismo porcentaje; pero en Lima y en los valles costeros, donde una agricultura comercial y una economía de plantación exigía una fuerza de trabajo más móvil, los negros y los pardos predominaban entre la población no española. Los blancos totalizaban menos del 13% del total y se les encontraba principalmente en la costa con una importante concentración también en el Cuzco. Pero la raza no era la única determinante de la situación social. Perú estaba también escindido por profundas divisiones sociales y económicas. Por supuesto, la clase dominante, formada tanto por españoles como por criollos, era inevitablemente blanca. En cambio, Méjico era una colonia pura. Los españoles dominaban a los criollos, estos utilizaban a los indios, y la metrópoli explotaba a los tres. En el Bajío, donde sobrevivía un numeroso grupo de rancheros que se veían apretujados en extensiones de tierra cada vez más reducidas, diversas clases de peones sufrían un serio descenso de su nivel de vida. Las consecuencias del monopolio de la tierra se agravaron debido al aumento de la población, que subió entre 1742 y 1793 de 3,3 millones a 5,5 millones. No había tierra para la nueva población, pues las haciendas de los criollos y de la iglesia invadían las pequeñas granjas para eliminar la competencia y buscar un abastecimiento de mano de obra dependiente. La expansión de las haciendas y el crecimiento de la población rural, produjeron una situación en la cual el campesinado no podía alimentarse independientemente de las grandes fincas. Los terratenientes tenían a los campesinos a su merced, tanto en su calidad de consumidores, como en la de trabajadores.
En Perú, los blancos peruanos fueron siempre conscientes de que los indios y los mestizos les superaban en número, eran como un volcán situado en medio de ellos. Entre 1708 y 1783, Perú experimentó un mínimo de 140 levantamientos, la mayoría de ellos de origen indio, protestas violentas contra diversas formas de servidumbre: exigencias excesivas de tributos, impuestos y diezmos; el reparto y la mita y el odiado corregidor, personificación de todos los abusos. La mayoría de estos movimientos no tuvieron nada de excepcionales, pero dos rebeliones hicieron que la colonia se estremeciera hasta sus cimientos, la de Tupac Amaru y la de Tupac Catari.
La diferencia entre las insurgencias de Perú y Méjico radica en los líderes. Mientras en Perú los lideres rebeldes fueron de extracción indígena en Méjico, las insurgencias fueron lideradas por miembros de la iglesia como Morelos y Miguel Hidalgo y Costilla, un cura hijo del administrador de una hacienda, un criollo frustrado como el resto de su clase, que conocía de cerca la degradación de las masas rurales, párroco de dolores en el Bajío. Era accesible e igualitario, y dominaba los dialectos indios, hizo de su parroquia un centro de discusión de los asuntos económicos y sociales contemporáneos, al que acudían tanto los indios y las castas, como los criollos. El Bajío era un complejo agrícola y minero relativamente próspero; autosuficiente; poseía una estructura social más flexible que en otras partes, una gran proporción de indios que iban de un lado a otro, distintos a los indios comuneros, y un gran porcentaje de negros libres y mulatos. Aunque nadie moría de hambre en el Bajío, había un complejo contraste entre la riqueza de los propietarios de minas y haciendas y la pobreza de la clase tributaria, una gente que era lo suficientemente móvil como para encontrar trabajo asalariado en minas y haciendas, pero cuyo progreso se veía permanentemente impedido por el degradante tributo. Los indios dependían del liderazgo criollo para las acciones políticas. (A diferencia de los Andes donde el liderazgo insurreccional siempre fue de origen indio) ¿Pero aceptaban los criollos a los indios? A finales de 1809, un movimiento conspirativo reunió a un cierto número de revolucionarios criollos: Ignacio Allende, Juan de Aldama, Miguel Domínguez, y otros miembros de las ilustradas familias criollas de rango medio. Los movía el odio a los peninsulares, querían deponer a las autoridades, expulsar a los españoles y establecer una junta de gobierno criollo. A mediados de 1810 la conspiración de Querétaro, como se la llamo, había reclutado al anteriormente citado Hidalgo, que pronto se convirtió en su líder. Como cura y reformador era indispensable a los conspiradores, pues tenía influencia entre los indios y las castas. Pero los indios, si bien era dudoso su respeto por un rey distante, desconfiaban de los criollos y peninsulares por igual, y no distinguían entre el dominio de unos y otros. Los revolucionarios necesitaban refuerzos inmediatos, y ante la indiferencia de otros criollos, los campesinos eran la única alternativa. El 16 de Septiembre, Hidalgo aprovechando que la muchedumbre acudía a su parroquia para la misa del domingo, lanzó el grito de dolores, en el cual probablemente no se habló de independencia, El grupo estaba compuesto principalmente de indios y castas, armados con arcos y flechas, lanzas y machetes. Después de la caída de Guanajuato, el 28 de Septiembre, recibió el apoyo de mineros y otros trabajadores urbanos, pero el movimiento nunca atrajo a más de un centenar de criollos de la milicia. Pronto el grito fue inequívoco, “independencia y libertad”.Los realistas concentraron sus defensas y tesoros en la Alhóndiga. Esto aumentó la sensación de un conflicto de clase y provocó un ataque de incontrolada violencia, la matanza fue total.
El movimiento de Hidalgo fue un movimiento de masas y luchó por una revolución profunda. Mantuvo la fidelidad de sus seguidores, ampliando constantemente el contenido social de su programa. Abolió el tributo indio, emblema de un pueblo oprimido. Abolió también la esclavitud bajo pena de muerte. En Méjico donde la esclavitud era una institución en declive, la abolición tenía implicaciones más sociales que económicas. Los terratenientes tenían formas más económicas y eficientes de trabajar la tierra, y preferían una fuerza de trabajo de peones vinculada, no por la esclavitud, sino mediante los arriendos y el endeudamiento. De este modo la prueba real de las intenciones de Hidalgo sería la reforma agraria. Este problema también lo enfrentó, ordenando la devolución de las tierras que en derecho pertenecían a las comunidades indias.
Sin embargo, Hidalgo, repudiado por los criollos, con 80.000 seguidores como horda indisciplinada y sin preparación tuvo que enfrentarse con profesionales que apoyaron a los grandes terratenientes y propietarios de minas de San Luis, Potosí y Zacatecas, que derrotaron a Hidalgo en el puente Calderón, quien huyó cada vez más al norte, siendo ejecutado el 21 de Marzo de 1811. Seis de los nueve hombres que formaban el tribunal acusatorio eran criollos. Era típico. Fueron los criollos realistas atemorizados por Hidalgo, quienes rescataron Méjico para España.
La dirección de la revolución social pasó a José María Morelos, otro cura rural cuya carrera lo acercó a los campesinos. Después del grito de dolores, turbado por la censura eclesiástica a Hidalgo, le buscó y quedó convencido por sus argumentos. Fue comisionado para reunir tropas en la costa sur y llevar la revolución a Acapulco con el grado de teniente. A partir de 1810 creó un pequeño ejército, bien equipado y altamente disciplinado poniendo la mayor parte de la costa bajo su control. Tomó Oaxaca en 1812. No perdonaba la insubordinación, y prefería usar las hordas indias como fuerza de apoyo.
Morelos, apelaba a ampliar fuerzas sociales con una combinación de nacionalismo mejicano y de reformas esenciales. Fue el más nacionalista de todos los primeros revolucionarios, creía en la independencia del país, no usaba al Rey Fernando como máscara y habló francamente de independencia. Según el, los odiados españoles eran enemigos de la humanidad, habían esclavizado a su población nativa, malgastado sus riquezas y recursos y su objetivo básico era que ningún español pudiera permanecer en el gobierno de Méjico. A los criollos les dirigía otro argumento, la soberanía cuando faltan los reyes solo reside en la nación, toda nación es libre y está autorizada para formar la clase de gobierno que le convenga y no ser esclava de otro. El nacionalismo de Morelos se inspiró en la lucha militar, en la guerra de guerrillas. Evocó el espíritu de un ejército nacional, en la marcha hacia Valladolid, dirigió el siguiente manifiesto a sus tropas: “Los gachupines en todos los tiempos se han empeñado en abatir a los americanos hasta tenernos por brutos, incapaces de constitución y hasta las aguas del bautismo y, por consiguiente, inútiles a la iglesia y al estado; pero yo veo lo contrario: sobresalientes a los eclesiásticos, jueces, letrados, artesanos, agricultores, y lo que es del caso, militares. En el tiempo de tres años y medio, he palpado y todos lo han visto, que los americanos son militares por naturaleza, y se puede asegurar, sin engaño, que por lo menos en el ejército de mi mando, cualquier soldado veterano puede suplir a cátedra de general”.
El nacionalismo de Morelos, tenía un profundo contenido religioso. En Méjico, la vírgen de Guadalupe era un símbolo tanto religioso como nacional, demostraba que Dios tenía una particular predilección por Méjico y confirmaba un sentido de la identidad nacional. (En contrapartida en el alto Perú el motor de reacción fue el Inca) .Morelos veía a la independencia casi como una guerra santa en defensa de la ortodoxia religiosa contra los irreligiosos Borbones y los idólatras franceses. En Méjico, afirmó al obispo de Puebla: “Somos más religiosos que los europeos”, y manifestaba combatir por “la religión y la patria”, y que aquella era “nuestra santa revolución”. Tenía una particular visión sobre la igualdad de razas. A mulatos, indios y otras castas, denominaba americanos. Fue el primer intento en Méjico de abolir la distinción de castas y hacer de la identidad nacional la única prueba de la situación social de un hombre en la sociedad. Decretó la abolición del tributo indio y de la esclavitud, promovió la igualdad social, que las tierras deben ser para los que las trabajan, la redistribución de las propiedades pertenecientes a los ricos. En cualquier caso era un plan de devastación militar, no un programa social a largo plazo. Estas protestas surgidas y elaboradas en el interior del sector indio buscaron alianzas con criollos pero no lograron compatibilizar intereses y no hubo apoyo unificado, fueron repetidas manifestaciones de descontento hacia los procedimientos de la economía colonial y su minoría blanca. La ocurrencia de este rechazo fue creando el antecedente de identificar a la protesta india como una reacción permanente en contra del grupo hispano.
La expresión culminante de este descontento afloró en 1780 con la rebelión de José Gabriel Tupac Amaru (1740-1781). Hubo poderosas razones culturales que explican el apoyo al líder indígena. Esta revuelta se originó en la provincia de Tinta y logró extenderse por veinticuatro provincias, desde el Cuzco hasta las fronteras de Tucumán. El impacto se debía a la invocación de mitos incaicos. La causa india estaba interiormente dividida, al menos 20 caciques, motivados en parte por rivalidades personales y tribales, mantuvieron a sus pueblos leales a la corona, y por consiguiente recibieron recompensas y pensiones. El más distinguido de estos caciques fue Mateo Pumacahua, descendiente de los incas y caciques de Chincheros, un hombre importante y con propiedades, que no solo combatió contra Tupac Amaru, sino que participó en la salvaje represión posterior. Permaneció con su pueblo leal a España durante los primeros años de la revolución americana e incluso sirvió en las expediciones de castigo al Alto Perú. A petición del virrey Abascal en 1811, Pumacahua y sus seguidores saquearon a la rebelde La Paz, atacaron despiadadamente a los indios de Sicasica, Cochabamba y Oruro, sembrando la devastación por donde pasaba. Pumacahua fue recompensado con más títulos y cargos, fue ascendido al cargo de brigadier y luego nombrado, aunque de manera temporal, presidente de la audiencia de Cuzco. Pero Pumacahua y sus seguidores parecen haber buscado el reconocimiento por parte del gobierno colonial de su soberanía sobre los indios de Perú, o al menos de un cierto grado de ella, para lograr mediante la pacífica forma, las reformas que Tupac Amaru intentaba mediante la revolución. Pero no recibieron nada a cambio de su lealtad. Los criollos estaban comprometidos con la estructura económica existente, que se basaba en el trabajo indio en las minas, haciendas y obrajes. Vacilaban en ponerse a la cabeza de un movimiento indio que quizá no pudieran controlar. El fracaso de las aspiraciones indígenas fortaleció su posición en relación con los españoles, puesto que esto era beneficioso para las autoridades coloniales porque servía como cooperación de criollos y de mestizos para la defensa. Pumacahua había roto con el gobierno colonial, se sentía utilizado. Los corregidores habían sido sustituidos por intendentes, y los repartimientos reaparecieron pronto. En 1811, las Cortes de Cádiz absolvieron el tributo indio, y en 1812 suprimieron la mita. Estas medidas fueron desoídas, puesto que la clase dominante dependía del trabajo indio. En 1814, las condiciones indias, eran poco mejores que en 1780. Los criollos habían alcanzado un nuevo nivel de enajenación, las reformas liberales, hechas por los españoles, con promesas de una mayor participación en la toma de decisiones, dieron un empuje al cambio de forma de pensamiento criollo, quienes pedían la aplicación de las reformas liberales y la aplicación de la constitución de 1812 y se tornaron en rebeldes necesitados de apoyo militar de criollos y mestizos. Buscaron a Pumacahua, le ofrecieron el primer lugar en un triunvirato que gobernaba la ciudad, puesto que tenía un ascendiente definido con los indios y el líder militar criollo, José Angulo, envió tres expediciones , una a Puno y La Paz, otra hacia Huamanga y Huancavélica y una tercera hacia Arequipa. En La Paz hubo un baño de sangre, la guarnición española fue masacrada y los indios y plebe cometieron pillaje. Juan Ramírez, realista, recupera La Paz y Puno, Pumacahua dirige el asalto contra Arequipa, toma la ciudad el 10 de noviembre. Pero era ahora un hombre condenado, pidió a Ramírez negociar y fue rechazado. Perseguido y finalmente entregado a las fuerzas realistas por cholos, fue ejecutado en Sicuani en Mayo de 1815. Razones de peso que provocaron diversas reacciones en el interior de la sociedad colonial (la división de la nobleza indígena entre aquéllos que combatieron la rebelión a favor de la Corona, como fue el caso del curaca Mateo García Pumacahua) y que también explicaban el temor creciente de la minoría blanca hacia las insurrecciones de indios o a toda sospecha de reactivación de la memoria indígena.
José Gabriel Tupac Amaru buscaba con su rebelión dos objetivos: la defensa de las condiciones de trabajo del indio y el reconocimiento de los legítimos derechos (fueros y privilegios) de la antigua nobleza incaica. No hay duda de que este movimiento tenía límites definidos, es decir, tanto el contenido de las demandas como el carácter de la identificación cultural, los mitos y los símbolos invocados sólo podían aglutinar al sector indígena. A este movimiento se le ha atribuido una "visión unificadora" que logró unir a las distintas castas, así como a pocos criollos, es decir, crear una alianza "anti-española”. Sea como fuere, lo cierto es que este movimiento produjo el clímax del temor blanco a la presencia indígena. Ello se advierte en la forma en que las autoridades virreinales, después de aplacar la rebelión, intentaron una vez más erradicar el mito del Inkarrí y toda traza de descendencia de la familia Tupac Amaru.
Las insurgencias de Tupac Catari de la etnia aymará tuvieron enorme importancia, pues se trato de un movimiento radical revolucionario, no se trataba esta vez de compartir el frente con criollos mestizos o negros, sino de instaurar un gobierno indio en reemplazo de la corona española. Existieron 4 claros focos claros de la insurrección en los territorios que hoy son Bolivia y Perú a saber:
a) Nov/1780 Cerca del Cusco , líder Tupac Amaru , norte de Perú hasta Jujuy
b) oct/ 1780 Zona de Chayanta N. de Potosí líder Tomas Catari.
c) feb/1781 Oruro (coalición de indios y criollos
d) feb/ 1781 La Paz líder Julián Apaza (Tupac Catari)
Hacia la segunda mitad del siglo XVIII tuvieron lugar en el virreinato de la Nueva España diversas revueltas, motines y sublevaciones de indígenas. Pero ninguna de estas formas de descontento logró tener la trascendencia y explosividad que caracterizó a la rebelión de José Gabriel Tupac Amaru, ni siquiera la revuelta de 1761 encabezada por Jacinto Canek en Yucatán que al igual que en la sublevación de los Andes, la incitación del sentimiento indígena en contra de los blancos fue el móvil principal de esta revuelta que logró infundir alarma entre los habitantes blancos de la apartada península. Las autoridades virreinales pusieron fin a esta insurrección por medio de sus métodos tradicionales de organizar expediciones militares seguidas por la ejecución pública y sádica del líder Canek. A pesar de la carga mítica y simbólica implicada en la sublevación (la destrucción del imperio español y la creación de un reino señoreado por indígenas ), ésta no creó un mito unificado que lograra extenderse fuera de los límites de la región. De hecho, las sublevaciones de Méjico tuvieron, como en este caso, la tendencia a ser protestas de alcance local o, a lo sumo, regional. Las revueltas y sublevaciones indígenas en ambos virreinatos fueron, hechos frecuentes que dan cuenta del grado de tensión en la sociedad de castas. Sin embargo, las repercusiones de estas movilizaciones tuvieron alcances diferentes. En Perú, la conmoción creada entre el grupo blanco por la violencia de la revuelta indígena de 1780 sentó el antecedente de intentar aniquilar el pasado y destruir los mitos y genealogía nativas. Para los criollos peruanos, ver a un indio de la nobleza incaica en el trono no era idea irrealizable. Existía la sospecha de que un inca hiciera uso de su derecho a ser soberano de su territorio, según la tesis de Bartolomé de las Casas. Este temor criollo también se manifiesta en el hecho de que el apoyo criollo en las revueltas de los Andes fue inexistente. Dicha presión indígena fue clave en determinar la falta de visualización y necesidad de
independencia por la parte criolla. Los blancos del Perú se inclinaron a la aceptación de la monarquía española que garantizaba la permanencia de sus privilegios, lejos de apoyar rebeliones indígenas triunfantes que significasen la predominancia india o la pérdida de sus propiedades, que, para los indios, equivaldría a la recuperación de la tierra conquistada. En Méjico, en cambio, ninguna revuelta usó el pasado para legitimar sus demandas. Las revueltas fueron esporádicas, sin un mito unificado y, por lo general, sin coherencia. En este tipo de insubordinaciones nativas apenas si hace falta mencionar que la necesidad de buscar apoyo criollo fue desapercibida. Sin embargo, en el caso mexicano es otro tipo de tensión étnica, es decir, la rivalidad entre el grupo hispano de América y los peninsulares, la que determinó la necesidad de separarse políticamente de España. La guerra de independencia empezó como una reacción de indios, castas y criollos en contra de España. Había condiciones propicias para esta alianza: los indios estaban políticamente controlados, no tenían mitos unificados, y los criollos buscaban un pasado original que legitimara su predominancia y derechos exclusivos sobre América y sus antiguos habitantes. En suma, el antecedente de las revueltas indígenas y su simbología, cuya intensidad fue diferente en ambos virreinatos, así como la tensión entre el grupo criollo y el hispano, contribuyeron a que existieran diferentes estrategias acerca de cómo lograr la independencia política y la necesidad de delimitar una cultura exclusiva para Méjico y Perú.
Conclusión:
Perú y Méjico no transitaron caminos iguales hacia la independencia. Varias razones contaron para ello. En principio, la revuelta temprana de Tupac Amaru y la difusión intercontinental de la obra de Garcilaso; mientras que Méjico tuvo a su favor la relativa pacificación de la población nativa, su riqueza simbólica y legendaria, así como el hecho de que el grupo que podría lograr cierta unificación rivalizaba con los intereses peninsulares. Semejante divergencia de hechos demuestra, sin embargo, la importancia de la percepción popular en momentos de acción colectiva. La manipulación de símbolos no puede hacerse de manera arbitraria. En la explosiva situación de los Andes, fueron los indios mismos los que hicieron uso de su propio pasado con el fin de legitimar sus protestas y reivindicar sus derechos ancestrales. La presencia indígena y su memoria resistieron, como en este caso, a ser objeto de las interpretaciones no indias. El nacionalismo mejicano mostró una manera diferente de usar el pasado y sus símbolos. En este caso, como se ha visto, la memoria indígena recuperada fue sometida a un proceso de dignificación de carácter intelectual y religioso con el fin de convertirse en historia aceptable, independiente y orgullosa. Pero esta memoria, al adquirir un tono "respetable", quedó excluida, por otro lado, de la participación de sus legítimos intérpretes indígenas, de tal manera que la historia quedó desde entonces, abierta a todo tipo de interpretaciones y especulaciones.
Ricardo Gonzalez Saavedra
BRASIL Y EL VARGUISMO,EL INDUSTRIALISMO BRASILEÑO
En 1929 América Latina tiene una política económica basada en la exportación de materias primas. Brasil, basa su economía en el modelo agro exportador que depende del cultivo del café, producto que desde finales del siglo XIX constituyó la base de su economía.
El estado desarrolló la política económica estimulando la producción y productividad del rubro. La situación política se expresa en el convenio político económico en torno a los señores del café que tiene el Estado de Sao Paulo, región en donde se había formado una oligarquía cafetera, que se comportaba como la clase dominante y gobernante del país. Al lado de ellos el Estado de Minas Gerais también ejerce este control político, aunque su fuerza económica está en la actividad de la ganadería. Para 1930, dos aspectos fundamentales caracterizan al Brasil: 1° La dependencia de su economía en un 71% de las exportaciones del café y 2°, su dependencia política de la oligarquía cafetalera.
A partir de 1930 Getulio Vargas ejerce el poder y plantea el cambio de la política económica, en particular, la ampliación del sector industrial que determina las diferencias de la Vieja República con ese "Estado Novo" que él impone. Estos cambios estaban directamente relacionados con la crisis de año 1929 y sus efectos sobre la economía del café que predominaba en el país. Esto implicaba la sustitución del modelo agro exportador por el desarrollo de una fuerte industria que permitiese la eliminación de la dependencia externa y fomentase una economía interna fuerte, las nacionalizaciones que sirvieron para dar impulso al desarrollo industrial, la política ferroviaria y la construcción de la siderúrgica de Volta Redonda. Igualmente impuso restricciones a las compañías que explotaban y exportaban materias primas e incentivó a la industria nacional gravando con elevados aranceles a los productos importados. Vargas "representó la expresión más fidedigna del poder burgués industrial que se conquista por la victoria de la revolución de 1930" .
La revolución brasileña es entendida, primero, como el proceso de modernización de las estructuras económicas del país, principalmente a través de la industrialización, proceso que esta acompañado de una tendencia creciente de participación de las masas en la vida política. Identificada así con el propio desarrollo económico, la revolución brasileña comenzaría en el movimiento de 1930, extendiéndose sin interrupción hasta el golpe de abril de 1964. Paralelamente, y en la medida en que los factores primarios del subdesarrollo brasileño son la vinculación al imperialismo y a la estructura agraria (que muchos consideran semifeudal) el contenido de la revolución brasileña sería antiimperialista y antifeudal.
Esas dos direcciones conducen a un solo resultado, la caracterización de la revolución brasileña como una revolución democrático-burguesa y descansan en dos premisas básicas: la primera consiste en ubicar el antagonismo nación-imperialismo como la contradicción principal del proceso brasileño; la segunda, en admitir un dualismo estructural en esa misma sociedad, que opondría el sector precapitalista al sector propiamente capitalista. Su implicación más importante es la idea de un frente único formado por las clases interesadas en el desarrollo, básicamente la burguesía y el proletariado, contra el imperialismo y el latifundio.
La política gubernamental se concentró en la protección del café, creando a su entorno una situación irreal con respecto a los precios del mercado mundial, es decir, no se permitía la rebaja de los precios aunque hubiese sobreproducción y si la había ésta era absorbida por el gobierno, lo que trajo como consecuencia la acumulación de "stocks" para mantener los precios.
Para financiar estas compras, se recurriría a empréstitos extranjeros y el servicio de estos préstamos sería cubierto con un nuevo impuesto cobrado en oro sobre cada saco de café exportado, así mismo se frenaría la expansión de las plantaciones. Oro y café en las primeras décadas del siglo XX eran sinónimos en Brasil.
Fue el primer país latinoamericano en lanzar medidas de control de cambio, estos controles combinados con la depreciación de la moneda brasilera, lo cual encarecía los precios internos de los productos importados, provocaron una baja en las importaciones, lo que trajo como consecuencia una política de incentivo de la industria para aumentar la producción de los bienes en el país que competían con los importados que beneficiaría al sector secundario después de 1933.
El enfrentamiento de las viejas oligarquías con el único objetivo de la toma del poder da lugar a la revolución que se inicia en 1930. Políticamente el hecho marca un momento decisivo en el país, pues, contrario a lo que se había desarrollado desde 1889 hasta el presente, el nuevo líder que se presenta a las elecciones no proviene de Minas Gerais ni de Sao Paulo, regiones de donde tradicionalmente habían salido los Presidentes del Brasil, imponiendo sus intereses regionales, características que incidieron en la denominación de la República del Café con Leche, puesto que fue conducida por cuadros heterogéneos de la población, como la clase media, los oligarcas, un sector militar ("los tenentes") y los conservadores, pero con un marcado ausentismo de los sectores populares. La conspiración fue apoyada por políticos del Partido Alianza Liberal.
Había dos factores que distinguían los acontecimientos de 1930 de todas las luchas anteriores por el poder en la historia de la República. En primer lugar la Revolución de 1930 pone fin la estructura republicana creada en 1890 (caracterizada por el coronelismo, y por la vieja política de los gobernadores). En segundo lugar, había una concordancia diseminada, antes de 1930, en cuanto a la necesidad de una revisión básica del sistema político.
Con su fórmula Vargas consolida su proyecto que tiende a la formación de la burguesía nacional. El ejército se reestructura, profesionalizándose y tecnificándose, se hace nacionalista y sus dirigentes vienen de la pequeña burguesía "Tenentista".
Por otra parte, la nueva Constitución de 1934 (la cual puede interpretarse como un producto híbrido concretaba como documento jurídico, por una parte, los ideales del liberalismo político, y por la otra, los ideales del pensamiento del reformismo económico) concebía un nuevo sistema de justicia del trabajo y daba la facultad al gobierno federal de fijar los salarios mínimos y con ello democratizar el sistema político.
La política de Vargas satisface ampliamente las reivindicaciones específicas de las clases medias al estimular el desarrollo industrial, por lo que implanta una política proteccionista de la industria nacional y la sustitución de importaciones, favorecida por la depresión del capitalismo mundial.
Los siete años que van desde el ascenso de Vargas al poder en 1930, hasta el golpe del 10 de noviembre de 1937, momento en que se consolida el gobierno, hasta 1945, son años de agotada improvisación tendientes a cambiar el modelo político implantado en 1889, cuyas raíces estaban hundidas firmemente en el pasado de la política económica del imperio, cuyas características dadas por el desarrollo de los enclaves de producción que variaban de estados y de productos, generaban el cambio de actividades económicas y junto a ellas las migraciones de los sectores poderosos, por una parte, y las de las masas populares, por la otra, en busca de los beneficios de la nueva fuente de riqueza: palo de Brasil, azúcar, oro, café, caucho son los nombres de los productos que dieron sentido a la economía brasileña y poder a los estados de Bahía, Minas Gerais, Sao Paulo, Belén, Río, etc. Cambiar esta mentalidad es lo que se propone Getulio Vargas, paralelo a esto, desarrolla una centralización de la economía modificándola desde sus propias raíces a través de una política industrial que beneficie a la nación en general y que inyecte, desde la administración central, los procesos económicos regionales.
Para eso se propuso cambiar la superestructura y la estructura de Brasil y estas transformaciones las proyecta a través del "Estado Novo", caracterizado por ser un estado híbrido, en donde no se desplazan en su totalidad los elementos que caracterizan a la "Vieja República", sino que se combinan con otros nuevos, como son el corporativismo y el populismo, rasgos fundamentales de la política de Vargas, así como el de no tener su estado una base ideológica consistente ni depender de una plataforma popular. A grandes rasgos, la industrialización es una de sus políticas esenciales a la cual se suma su política social llamada nacionalista burguesa y populista nacional. Vargas, cuya base social es la pequeña burguesía, aunque atrae a los obreros, reorganiza el sindicalismo, lo burocratiza y logra neutralizarlo.
El "Estado Nacional" de Vargas concilia a las burguesías nacionales y su gran triunfo fue neutralizar a los "Barones del Café" paulistas, luego de haberlos derrotado militarmente en 1932, le perdona el 50% de sus deudas, logrando atraerlos. Para 1945 muchos "Barones Cafeteros" se habían asimilado a la política industrial de Vargas.
La constitución de 1937 debía ser el órgano jurídico en el que se apoyaría el Nuevo Estado para llevar a cabo su programa político, lo que se evidencia en: el vigor que se le da al Estado, no había equilibrio liberal de poderes, se considera al Presidente como la autoridad suprema del estado que coordina los órganos representativos de grado superior, dirige la política interna y externa, promueve u orienta la política legislativa de interés nacional y supervisa la administración del país.
Esta tentativa de hacer una nueva fase política se expresa en tres puntos principales: 1°, una legislación social que comprendiera la asistencia médica y las pensiones a los trabajadores. Esta legislación estaba destinada a la clase proletaria, con la finalidad de ganarse su lealtad, sustento de ese gobierno paternalista que Vargas implantó. 2°, La doctrina para justificar este sistema era el "Trabalhismo", el cual se hacía eco a través del programa de radio "A Hora do Brasil" de 1942. Desde 1937 se da el fenómeno de la "Quadratura sindical", y se organizan los sindicatos desde el Ministerio del Trabajo, creado por Vargas, en forma vertical descendente: Sindicato Bancario, Textil, etc. no hay relaciones paralelas entre ellos, además se crea un Tribunal del Trabajo y una Bolsa de trabajo, es decir, se inicia toda una infraestructura tendiente a beneficiar, por una parte, a la masa trabajadora, pero especialmente a contratarlas. Con la Ley del Trabajo de 1940, se establecen las medidas reivindicativas del trabajador como el salario mínimo y seguridad social. Esa organización paternalista impuesta al sector operario por Vargas era parte de una estructura económica corporativista global que el gobierno del Estado Novo armó para toda la sociedad urbana. Y por último, 3°, La tercera táctica la conformaba la creación del Partido Trabalhista, basado en la coalición de los sindicatos dominados por el gobierno y de las fuerzas progresistas que Vargas esperaba liderar adoptando programas de industrialización, nacionalismo económico y seguridad social.
La única manera de eliminar el localismo era implantando un gobierno fuerte y centralizado para integrar el Estado Federal. Lo logra a través de la política de orden jurídico que desarrolla en la Ley del Trabajo, controlando los sectores de producción mediante el sindicalismo de las medidas corporativas que impone el sector, como el conjunto de los sindicatos de obreros y patronos de un mismo oficio. A esta ley corresponde en primer lugar, atender el bien de los obreros, mirar por la seguridad de los capitales invertidos en las respectivas empresas, evitar a la reunión de competencia e impedir que el monopolio se convierta en precios excesivos.
La corporación hace la huelga imposible, y aún más, el cierre de las fábricas y termina con la lucha de clases. Une en un verdadero espíritu de colaboración patriótica y de caridad cristiana a todos los que trabajan en un mismo edificio: capitalistas, directores técnicos y simples obreros, debe prevalecer la coordinación perfecta de todas las iniciativas circunscritas en la órbita del estado y el reconocimiento de las organizaciones de clases como colaboradores de la administración pública.
Así como el Estado había sido un instrumento clave en la profundización del modelo agro exportador desde 1930, también va a serlo para la reproducción de la acumulación industrial ya que invierte en el desarrollo de los sectores básicos. Al hacerlo incurre en un déficit, que cubre con emisión monetaria, aumentando la capacidad de financiamiento interno del sistema; posteriormente realiza su producción a precios subsidiados, transfiriendo así una parte del excedente a la burguesía industrial.
A su vez, la expansión monetaria genera una inflación controlada que contribuye a mantener deprimidos los costos reales de la mano de obra, contrarrestando los efectos de la legislación laboral sancionada por el Gobierno. Por otra parte, frente a las dificultades de la balanza de pagos la respuesta de la política económica es comprimir las importaciones mediante una política proteccionista selectiva.
Así va creando mercados cautivos que consolidan la posición de una fracción monopólica de la burguesía, mientras libera divisas para la importación de los equipos y bienes intermedios necesarios para expandir y diversificar la industrialización. El financiamiento interno y las inversiones extranjeras directas están prácticamente ausentes en esta etapa del desarrollo industrial brasilero
Durante los años de la Segunda Guerra Mundial, se construyó la "usina" de Volta Redonda (1943) con el financiamiento del Export-Import Bank y la adquisición de equipos en los Estados Unidos, gracias a arreglos de Getulio Vargas con Franklin Delano Rooselvet, que implicaba el apoyo del gobierno brasileño a los aliados en la guerra. De allí que las relaciones internacionales del Brasil con los Estados Unidos comenzaban a serle favorables.
La Unión Panamericana elogia la declaración de guerra por el Brasil. Es la primera potencia sudamericana que declara la guerra al eje y la única que fue beligerante durante la guerra pasada. Gracias a ello brinda considerable protección al Atlántico Sur. Según datos estadísticos de la CEPAL, en el quinquenio de 1945 a 1949, la producción industrial se triplicó, la producción agropecuaria aumentó en un 50% y las importaciones de bienes de consumo sólo aumentaron en un 10%.
En lo social, se fortaleció la burguesía industrial. Sao Paulo y Río de Janeiro se convirtieron en las ciudades industriales, determinando el predominio de esta nueva clase. El sector obrero se desarrolló demográfica y políticamente, insertándose en organizaciones sindicales al amparo de la legislación "thabalhista", dominada por el gobierno y que fortaleció el populismo de Vargas.
Entre 1945 y 1949 se incrementó el salario real del 23% a 33%. Esta política industrial del "Estado Novo" no muere con su desaparición en 1945, sino que se incrementa. Durante el Varguismo el campesinado permaneció en iguales condiciones, despojado de la tierra, analfabeto, enfermo; de allí la proposición de una Reforma Agraria que se hace en el gobierno de Goulart (1963-1964.
Ricardo Gonzalez Saavedra
A partir de 1930 Getulio Vargas ejerce el poder y plantea el cambio de la política económica, en particular, la ampliación del sector industrial que determina las diferencias de la Vieja República con ese "Estado Novo" que él impone. Estos cambios estaban directamente relacionados con la crisis de año 1929 y sus efectos sobre la economía del café que predominaba en el país. Esto implicaba la sustitución del modelo agro exportador por el desarrollo de una fuerte industria que permitiese la eliminación de la dependencia externa y fomentase una economía interna fuerte, las nacionalizaciones que sirvieron para dar impulso al desarrollo industrial, la política ferroviaria y la construcción de la siderúrgica de Volta Redonda. Igualmente impuso restricciones a las compañías que explotaban y exportaban materias primas e incentivó a la industria nacional gravando con elevados aranceles a los productos importados. Vargas "representó la expresión más fidedigna del poder burgués industrial que se conquista por la victoria de la revolución de 1930" .
La revolución brasileña es entendida, primero, como el proceso de modernización de las estructuras económicas del país, principalmente a través de la industrialización, proceso que esta acompañado de una tendencia creciente de participación de las masas en la vida política. Identificada así con el propio desarrollo económico, la revolución brasileña comenzaría en el movimiento de 1930, extendiéndose sin interrupción hasta el golpe de abril de 1964. Paralelamente, y en la medida en que los factores primarios del subdesarrollo brasileño son la vinculación al imperialismo y a la estructura agraria (que muchos consideran semifeudal) el contenido de la revolución brasileña sería antiimperialista y antifeudal.
Esas dos direcciones conducen a un solo resultado, la caracterización de la revolución brasileña como una revolución democrático-burguesa y descansan en dos premisas básicas: la primera consiste en ubicar el antagonismo nación-imperialismo como la contradicción principal del proceso brasileño; la segunda, en admitir un dualismo estructural en esa misma sociedad, que opondría el sector precapitalista al sector propiamente capitalista. Su implicación más importante es la idea de un frente único formado por las clases interesadas en el desarrollo, básicamente la burguesía y el proletariado, contra el imperialismo y el latifundio.
La política gubernamental se concentró en la protección del café, creando a su entorno una situación irreal con respecto a los precios del mercado mundial, es decir, no se permitía la rebaja de los precios aunque hubiese sobreproducción y si la había ésta era absorbida por el gobierno, lo que trajo como consecuencia la acumulación de "stocks" para mantener los precios.
Para financiar estas compras, se recurriría a empréstitos extranjeros y el servicio de estos préstamos sería cubierto con un nuevo impuesto cobrado en oro sobre cada saco de café exportado, así mismo se frenaría la expansión de las plantaciones. Oro y café en las primeras décadas del siglo XX eran sinónimos en Brasil.
Fue el primer país latinoamericano en lanzar medidas de control de cambio, estos controles combinados con la depreciación de la moneda brasilera, lo cual encarecía los precios internos de los productos importados, provocaron una baja en las importaciones, lo que trajo como consecuencia una política de incentivo de la industria para aumentar la producción de los bienes en el país que competían con los importados que beneficiaría al sector secundario después de 1933.
El enfrentamiento de las viejas oligarquías con el único objetivo de la toma del poder da lugar a la revolución que se inicia en 1930. Políticamente el hecho marca un momento decisivo en el país, pues, contrario a lo que se había desarrollado desde 1889 hasta el presente, el nuevo líder que se presenta a las elecciones no proviene de Minas Gerais ni de Sao Paulo, regiones de donde tradicionalmente habían salido los Presidentes del Brasil, imponiendo sus intereses regionales, características que incidieron en la denominación de la República del Café con Leche, puesto que fue conducida por cuadros heterogéneos de la población, como la clase media, los oligarcas, un sector militar ("los tenentes") y los conservadores, pero con un marcado ausentismo de los sectores populares. La conspiración fue apoyada por políticos del Partido Alianza Liberal.
Había dos factores que distinguían los acontecimientos de 1930 de todas las luchas anteriores por el poder en la historia de la República. En primer lugar la Revolución de 1930 pone fin la estructura republicana creada en 1890 (caracterizada por el coronelismo, y por la vieja política de los gobernadores). En segundo lugar, había una concordancia diseminada, antes de 1930, en cuanto a la necesidad de una revisión básica del sistema político.
Con su fórmula Vargas consolida su proyecto que tiende a la formación de la burguesía nacional. El ejército se reestructura, profesionalizándose y tecnificándose, se hace nacionalista y sus dirigentes vienen de la pequeña burguesía "Tenentista".
Por otra parte, la nueva Constitución de 1934 (la cual puede interpretarse como un producto híbrido concretaba como documento jurídico, por una parte, los ideales del liberalismo político, y por la otra, los ideales del pensamiento del reformismo económico) concebía un nuevo sistema de justicia del trabajo y daba la facultad al gobierno federal de fijar los salarios mínimos y con ello democratizar el sistema político.
La política de Vargas satisface ampliamente las reivindicaciones específicas de las clases medias al estimular el desarrollo industrial, por lo que implanta una política proteccionista de la industria nacional y la sustitución de importaciones, favorecida por la depresión del capitalismo mundial.
Los siete años que van desde el ascenso de Vargas al poder en 1930, hasta el golpe del 10 de noviembre de 1937, momento en que se consolida el gobierno, hasta 1945, son años de agotada improvisación tendientes a cambiar el modelo político implantado en 1889, cuyas raíces estaban hundidas firmemente en el pasado de la política económica del imperio, cuyas características dadas por el desarrollo de los enclaves de producción que variaban de estados y de productos, generaban el cambio de actividades económicas y junto a ellas las migraciones de los sectores poderosos, por una parte, y las de las masas populares, por la otra, en busca de los beneficios de la nueva fuente de riqueza: palo de Brasil, azúcar, oro, café, caucho son los nombres de los productos que dieron sentido a la economía brasileña y poder a los estados de Bahía, Minas Gerais, Sao Paulo, Belén, Río, etc. Cambiar esta mentalidad es lo que se propone Getulio Vargas, paralelo a esto, desarrolla una centralización de la economía modificándola desde sus propias raíces a través de una política industrial que beneficie a la nación en general y que inyecte, desde la administración central, los procesos económicos regionales.
Para eso se propuso cambiar la superestructura y la estructura de Brasil y estas transformaciones las proyecta a través del "Estado Novo", caracterizado por ser un estado híbrido, en donde no se desplazan en su totalidad los elementos que caracterizan a la "Vieja República", sino que se combinan con otros nuevos, como son el corporativismo y el populismo, rasgos fundamentales de la política de Vargas, así como el de no tener su estado una base ideológica consistente ni depender de una plataforma popular. A grandes rasgos, la industrialización es una de sus políticas esenciales a la cual se suma su política social llamada nacionalista burguesa y populista nacional. Vargas, cuya base social es la pequeña burguesía, aunque atrae a los obreros, reorganiza el sindicalismo, lo burocratiza y logra neutralizarlo.
El "Estado Nacional" de Vargas concilia a las burguesías nacionales y su gran triunfo fue neutralizar a los "Barones del Café" paulistas, luego de haberlos derrotado militarmente en 1932, le perdona el 50% de sus deudas, logrando atraerlos. Para 1945 muchos "Barones Cafeteros" se habían asimilado a la política industrial de Vargas.
La constitución de 1937 debía ser el órgano jurídico en el que se apoyaría el Nuevo Estado para llevar a cabo su programa político, lo que se evidencia en: el vigor que se le da al Estado, no había equilibrio liberal de poderes, se considera al Presidente como la autoridad suprema del estado que coordina los órganos representativos de grado superior, dirige la política interna y externa, promueve u orienta la política legislativa de interés nacional y supervisa la administración del país.
Esta tentativa de hacer una nueva fase política se expresa en tres puntos principales: 1°, una legislación social que comprendiera la asistencia médica y las pensiones a los trabajadores. Esta legislación estaba destinada a la clase proletaria, con la finalidad de ganarse su lealtad, sustento de ese gobierno paternalista que Vargas implantó. 2°, La doctrina para justificar este sistema era el "Trabalhismo", el cual se hacía eco a través del programa de radio "A Hora do Brasil" de 1942. Desde 1937 se da el fenómeno de la "Quadratura sindical", y se organizan los sindicatos desde el Ministerio del Trabajo, creado por Vargas, en forma vertical descendente: Sindicato Bancario, Textil, etc. no hay relaciones paralelas entre ellos, además se crea un Tribunal del Trabajo y una Bolsa de trabajo, es decir, se inicia toda una infraestructura tendiente a beneficiar, por una parte, a la masa trabajadora, pero especialmente a contratarlas. Con la Ley del Trabajo de 1940, se establecen las medidas reivindicativas del trabajador como el salario mínimo y seguridad social. Esa organización paternalista impuesta al sector operario por Vargas era parte de una estructura económica corporativista global que el gobierno del Estado Novo armó para toda la sociedad urbana. Y por último, 3°, La tercera táctica la conformaba la creación del Partido Trabalhista, basado en la coalición de los sindicatos dominados por el gobierno y de las fuerzas progresistas que Vargas esperaba liderar adoptando programas de industrialización, nacionalismo económico y seguridad social.
La única manera de eliminar el localismo era implantando un gobierno fuerte y centralizado para integrar el Estado Federal. Lo logra a través de la política de orden jurídico que desarrolla en la Ley del Trabajo, controlando los sectores de producción mediante el sindicalismo de las medidas corporativas que impone el sector, como el conjunto de los sindicatos de obreros y patronos de un mismo oficio. A esta ley corresponde en primer lugar, atender el bien de los obreros, mirar por la seguridad de los capitales invertidos en las respectivas empresas, evitar a la reunión de competencia e impedir que el monopolio se convierta en precios excesivos.
La corporación hace la huelga imposible, y aún más, el cierre de las fábricas y termina con la lucha de clases. Une en un verdadero espíritu de colaboración patriótica y de caridad cristiana a todos los que trabajan en un mismo edificio: capitalistas, directores técnicos y simples obreros, debe prevalecer la coordinación perfecta de todas las iniciativas circunscritas en la órbita del estado y el reconocimiento de las organizaciones de clases como colaboradores de la administración pública.
Así como el Estado había sido un instrumento clave en la profundización del modelo agro exportador desde 1930, también va a serlo para la reproducción de la acumulación industrial ya que invierte en el desarrollo de los sectores básicos. Al hacerlo incurre en un déficit, que cubre con emisión monetaria, aumentando la capacidad de financiamiento interno del sistema; posteriormente realiza su producción a precios subsidiados, transfiriendo así una parte del excedente a la burguesía industrial.
A su vez, la expansión monetaria genera una inflación controlada que contribuye a mantener deprimidos los costos reales de la mano de obra, contrarrestando los efectos de la legislación laboral sancionada por el Gobierno. Por otra parte, frente a las dificultades de la balanza de pagos la respuesta de la política económica es comprimir las importaciones mediante una política proteccionista selectiva.
Así va creando mercados cautivos que consolidan la posición de una fracción monopólica de la burguesía, mientras libera divisas para la importación de los equipos y bienes intermedios necesarios para expandir y diversificar la industrialización. El financiamiento interno y las inversiones extranjeras directas están prácticamente ausentes en esta etapa del desarrollo industrial brasilero
Durante los años de la Segunda Guerra Mundial, se construyó la "usina" de Volta Redonda (1943) con el financiamiento del Export-Import Bank y la adquisición de equipos en los Estados Unidos, gracias a arreglos de Getulio Vargas con Franklin Delano Rooselvet, que implicaba el apoyo del gobierno brasileño a los aliados en la guerra. De allí que las relaciones internacionales del Brasil con los Estados Unidos comenzaban a serle favorables.
La Unión Panamericana elogia la declaración de guerra por el Brasil. Es la primera potencia sudamericana que declara la guerra al eje y la única que fue beligerante durante la guerra pasada. Gracias a ello brinda considerable protección al Atlántico Sur. Según datos estadísticos de la CEPAL, en el quinquenio de 1945 a 1949, la producción industrial se triplicó, la producción agropecuaria aumentó en un 50% y las importaciones de bienes de consumo sólo aumentaron en un 10%.
En lo social, se fortaleció la burguesía industrial. Sao Paulo y Río de Janeiro se convirtieron en las ciudades industriales, determinando el predominio de esta nueva clase. El sector obrero se desarrolló demográfica y políticamente, insertándose en organizaciones sindicales al amparo de la legislación "thabalhista", dominada por el gobierno y que fortaleció el populismo de Vargas.
Entre 1945 y 1949 se incrementó el salario real del 23% a 33%. Esta política industrial del "Estado Novo" no muere con su desaparición en 1945, sino que se incrementa. Durante el Varguismo el campesinado permaneció en iguales condiciones, despojado de la tierra, analfabeto, enfermo; de allí la proposición de una Reforma Agraria que se hace en el gobierno de Goulart (1963-1964.
Ricardo Gonzalez Saavedra
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MEXICO ANTE LA CRISIS DE 1929 Y LA SEGUNDA POSGUERRA
Transformaciones económicas sociales y políticas en México y Brasil entre 1929 y la segunda posguerra
En momentos de la Gran Depresión y en la etapa posterior a la misma, México atravesaba por un periodo de reconstrucción o de formación institucional, que va de 1921 a 1935 y que comprende a: Adolfo de la Huerta, que gobernó como sustituto de Carranza del 1 de junio al 1 de diciembre de 1920; Álvaro Obregón, que presidió de 1920 a 1924; Plutarco Elías Calles, que fue presidente de México de 1924 a 1928 y el maximato de Calles.
Calles se convirtió en el verdadero poder tras el efímero paso de los presidentes Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L Rodríguez, durante la presidencia de Calles se crearon muchas de las instituciones que hicieron posible el desarrollo industrial del país a partir de 1940 y hasta 1982. Otras tantas instituciones se crearían durante el cardenismo (1 de diciembre de 1934 a 30 de noviembre de 1940) y en menor medida en los gobiernos posrevolucionarios subsecuentes.
Llegar a este punto implicó llevar adelante algunas de las tareas pendientes de la revolución mexicana y convertir al Estado en el eje del crecimiento económico. La reforma agraria cardenista, la expropiación petrolera, la nacionalización de los ferrocarriles, la creación del Instituto Politécnico Nacional, y de otras instituciones eran las bases que se necesitaban para dar ese impulso al proceso de industrialización. Las instituciones más importantes que hicieron posible el desarrollo industrial del país se crearon durante el gobierno de Calles (1924-1928), el maximato (1928-1934) y bajo el cardenismo (1934-1940). Bajo la gestión de Calles nacieron la Ley General de Instituciones de Crédito y Establecimientos Bancarios, que trajeron la modernización del sistema financiero y la creación del Banco de México
Las obras de riego, el reparto agrario y la creación de instituciones de fomento agropecuario dieron impulso a la producción agrícola que, al generar excedentes, abrieron el terreno para el proceso de industrialización observado a partir de la Segunda Guerra Mundial. La creación del Partido Nacional Revolucionario (PNR, que con Lázaro Cárdenas se convirtió en el Partido de la Revolución Mexicana y con Ávila Camacho en el Partido Revolucionario Institucional) en 1929 coadyuvó al fin.
De la Confederación de Trabajadores de México (CTM) en 1936 y de la Confederación Nacional Campesina (CNC) en 1938, se sentaron las bases de funciones importantes que asumiría el Estado mexicano en la sustitución de importaciones a fin de hacer posible la industrialización, conformándose como:
1. Productor y proveedor de bienes básicos: Sobre todo de petróleo y electricidad, gracias a la expropiación y nacionalización de las industrias respectivas en diferentes momentos: la industria petrolera en 1938 y la industria eléctrica en 1960. Las empresas estatales que se conformaron (Petróleos Mexicanos, Comisión Federal de Electricidad y Compañía de Luz y Fuerza del Centro) asumirían una política de precios y tarifas subsidiadas a fin de impulsar la producción industrial en detrimento de sus propias finanzas.
2. Banca de desarrollo: Ante la falta de mercados financieros desarrollados, el gobierno se vio en la necesidad de ser intermediario financiero a fin de solventar proyectos de inversión de larga maduración, proyectos de riesgo o proyectos prioritarios pero no rentables. Por esa razón, durante el maximato y el cardenismo se creó el Banco Nacional de Crédito Ejidal, la Nacional Financiera, el Banco Nacional de Comercio Exterior y el Banco Nacional Obrero de Fomento Industrial, y más tarde se crearían los Fideicomisos Instituidos en Relación con la Agricultura (FIRA), el Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos (Banobras), entre otras instituciones de banca estatal de fomento.
3. Estado de bienestar: El Estado mexicano decide proporcionar una base de apoyo social al proceso de industrialización a través de la prestación de servicios de seguridad social tales como educación, salud y vivienda. En dicho contexto, en 1921 se crea la Secretaría de Educación Pública, en 1929 la universidad logra su autonomía y en 1950 comienza la construcción de la ciudad universitaria, en 1937 nace el Instituto Politécnico Nacional y en 1925 se funda la Dirección General de Pensiones Civiles y de Retiro que en 1960 se transforma en el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado y más tarde surgen las siguientes instituciones: en 1943 se crea el Instituto Mexicano del Seguro Social, en 1972 nace el Instituto del Fondo Nacional para la Vivienda de los Trabajadores y en 1974 se funda la Universidad Autónoma Metropolitana, entre otras importantes instituciones encargadas de la seguridad social en México.
4. Control social: En México el Estado fue mediador y árbitro entre trabajadores y empresarios a fin de hacer posible la acumulación de capital. La política de “unidad nacional” de Ávila Camacho y el relevo de Lombardo Toledano por Fidel Velásquez al frente de la CTM, significó la sumisión de todo partidismo o sectarismo a los intereses de la nación que eran la industrialización y el crecimiento económico. El cambio ideológico de la CTM que abandonaba su lema de “lucha de clases” para sustituirlo por otro de colaboración con el capitalismo nacionalista fue la vía para establecer la nueva relación entre sindicatos y gobierno.
Una vez iniciado el control de los trabajadores, se creó la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP) que representó a los sectores medios, por encima de las demandas de obreros y de campesinos. Con el Partido Revolucionario Institucional (PRI), surgido en 1946, los proyectos de reformas sociales y políticas de la Revolución fueron sustituidos por otro: la industrialización y el crecimiento económico. Con la transformación del partido oficial, el país se abrió al capital extranjero, se reglamentaron los derechos laborales y, al crearse la Oficina de la Pequeña Propiedad, se favoreció el latifundismo. Los nuevos sectores incorporados y subordinados al PRI fueron el obrero (CTM), el campesino (CNC) y el popular (CNOP), que redujeron sus inquietudes reivindicativas a su mínima expresión.
5. Regulador de mercados: El gobierno reguló los mercados estableciendo la legislación y las instituciones encargadas de vigilar y de sancionar, y en ocasiones creó organismos que participaron de manera directa en el mercado a fin de contener aumentos en el costo de vida que pudieran desembocar en espirales inflacionarias. De esa manera, en 1938 se crea el Comité Regulador del Mercado de Subsistencias con la finalidad de enfrentar la especulación y las alzas de precios derivadas de las malas cosechas y de la devaluación de la moneda. En 1949, y ante una carestía que parecía no tener fin, el gobierno de Miguel Alemán decide crear la Compañía Exportadora e Importadora Mexicana (CEIMSA), como una sociedad anónima encargada de regular el comercio interior y exterior de productos básicos y de combatir la especulación. Organismos que serían predecesores de la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (CONASUPO), encargada de proveer a obreros y a campesinos de productos básicos (maíz, leche, fríjol, arroz, etc.) a precios subsidiados y de fijar precios de garantía.
6. Proveedor de infraestructura básica: Desde fechas muy tempranas el gobierno mexicano se abocó a la tarea de construir las grandes obras de infraestructura que requería el país para iniciar su crecimiento y desarrollo económico: en 1925, con la creación de la Comisión Nacional de Irrigación y de la Comisión Nacional de Caminos, el gobierno de Plutarco Elías Calles inauguraba la construcción de grandes obras de riego y de caminos que tanto requería el país en esos momentos. Esta política la seguiría aplicando el Estado de la Sustitución de Importaciones a fin de impulsar la industrialización del país como medida para lograr un desarrollo autónomo y sostenido, evitando las limitaciones externas a su crecimiento debido al deterioro de los términos de intercambio. Obras de infraestructura (carreteras, puertos, aeropuertos, presas, represas, hidroeléctricas, etc.) que por sus altos costos y por sus largos plazos de recuperación quedaban fuera del alcance y del interés de la iniciativa privada.
7. Demandante de bienes y servicios: En la medida en que el gobierno se hizo cargo de la construcción de las grandes obras de infraestructura, se convirtió en un importante mercado para numerosas empresas que se convirtieron en proveedoras y contratistas de las grandes obras públicas. Algunas o muchas de estas empresas eran propiedad de funcionarios del gobierno (el presidente Miguel Alemán, por ejemplo, era propietario de un próspero negocio de urbanización) o de personas que mantenían una relación cercana con el grupo gobernante. Muchos políticos incursionaron en los negocios aprovechando sus influencias, sustrayendo recursos de las arcas públicas, ejerciendo la corrupción; sin embargo, en el fondo este tipo de prácticas se llegaron a considerar como partes del proceso de acumulación primitiva de capital que ayudó a conformar una clase empresarial propia.
Por último, la función más importante del Estado en la Sustitución de Importaciones, la de protector, encontraría su precedente más inmediato en 1941 cuando el presidente Ávila Camacho emitió una Ley de Industria de la Transformación orientada a proteger a la industria nacional de la competencia de las importaciones extranjeras y de hacerla competitiva.
El Estado mexicano asumiría todas estas funciones con la finalidad de hacer posible la conformación de una clase empresarial nativa que dependería más del gobierno que del mercado como primera instancia de acumulación de capital. Todas y cada una de estas funciones significarían gastos para el gobierno que, ante la ausencia de una reforma fiscal profunda, lo conduciría al endeudamiento interno y externo como mecanismo de financiamiento, situación que desembocaría en la crisis de la deuda de 1982. Así, el largo proceso de industrialización por sustitución de importaciones (ISI) seguido por México comprende las siguientes etapas. Primera etapa: 1940 a 1956, se sustituyen principalmente bienes de consumo no duradero y se importan bienes intermedios de origen industrial y bienes de capital. Las divisas para financiar tales importaciones se obtuvieron mediante las exportaciones agrícolas gracias a la modernización del sector y a las políticas agropecuarias implementadas durante el cardenismo. Segunda etapa, 1956 a 1970, se profundiza la producción de bienes intermedios y de consumo duradero, las divisas para importar los bienes de capital que el proceso demandaba se obtuvieron mediante préstamos del exterior y de la inversión extranjera directa. Tercera etapa, que va de 1970 a 1982, se tratan de producir internamente algunos bienes de capital, sobre todo aquellos ligados a las industrias petrolera y eléctrica. Las divisas necesarias provinieron de las exportaciones petroleras y de los créditos del exterior.
Ricardo Gonzalez Saavedra
En momentos de la Gran Depresión y en la etapa posterior a la misma, México atravesaba por un periodo de reconstrucción o de formación institucional, que va de 1921 a 1935 y que comprende a: Adolfo de la Huerta, que gobernó como sustituto de Carranza del 1 de junio al 1 de diciembre de 1920; Álvaro Obregón, que presidió de 1920 a 1924; Plutarco Elías Calles, que fue presidente de México de 1924 a 1928 y el maximato de Calles.
Calles se convirtió en el verdadero poder tras el efímero paso de los presidentes Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L Rodríguez, durante la presidencia de Calles se crearon muchas de las instituciones que hicieron posible el desarrollo industrial del país a partir de 1940 y hasta 1982. Otras tantas instituciones se crearían durante el cardenismo (1 de diciembre de 1934 a 30 de noviembre de 1940) y en menor medida en los gobiernos posrevolucionarios subsecuentes.
Llegar a este punto implicó llevar adelante algunas de las tareas pendientes de la revolución mexicana y convertir al Estado en el eje del crecimiento económico. La reforma agraria cardenista, la expropiación petrolera, la nacionalización de los ferrocarriles, la creación del Instituto Politécnico Nacional, y de otras instituciones eran las bases que se necesitaban para dar ese impulso al proceso de industrialización. Las instituciones más importantes que hicieron posible el desarrollo industrial del país se crearon durante el gobierno de Calles (1924-1928), el maximato (1928-1934) y bajo el cardenismo (1934-1940). Bajo la gestión de Calles nacieron la Ley General de Instituciones de Crédito y Establecimientos Bancarios, que trajeron la modernización del sistema financiero y la creación del Banco de México
Las obras de riego, el reparto agrario y la creación de instituciones de fomento agropecuario dieron impulso a la producción agrícola que, al generar excedentes, abrieron el terreno para el proceso de industrialización observado a partir de la Segunda Guerra Mundial. La creación del Partido Nacional Revolucionario (PNR, que con Lázaro Cárdenas se convirtió en el Partido de la Revolución Mexicana y con Ávila Camacho en el Partido Revolucionario Institucional) en 1929 coadyuvó al fin.
De la Confederación de Trabajadores de México (CTM) en 1936 y de la Confederación Nacional Campesina (CNC) en 1938, se sentaron las bases de funciones importantes que asumiría el Estado mexicano en la sustitución de importaciones a fin de hacer posible la industrialización, conformándose como:
1. Productor y proveedor de bienes básicos: Sobre todo de petróleo y electricidad, gracias a la expropiación y nacionalización de las industrias respectivas en diferentes momentos: la industria petrolera en 1938 y la industria eléctrica en 1960. Las empresas estatales que se conformaron (Petróleos Mexicanos, Comisión Federal de Electricidad y Compañía de Luz y Fuerza del Centro) asumirían una política de precios y tarifas subsidiadas a fin de impulsar la producción industrial en detrimento de sus propias finanzas.
2. Banca de desarrollo: Ante la falta de mercados financieros desarrollados, el gobierno se vio en la necesidad de ser intermediario financiero a fin de solventar proyectos de inversión de larga maduración, proyectos de riesgo o proyectos prioritarios pero no rentables. Por esa razón, durante el maximato y el cardenismo se creó el Banco Nacional de Crédito Ejidal, la Nacional Financiera, el Banco Nacional de Comercio Exterior y el Banco Nacional Obrero de Fomento Industrial, y más tarde se crearían los Fideicomisos Instituidos en Relación con la Agricultura (FIRA), el Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos (Banobras), entre otras instituciones de banca estatal de fomento.
3. Estado de bienestar: El Estado mexicano decide proporcionar una base de apoyo social al proceso de industrialización a través de la prestación de servicios de seguridad social tales como educación, salud y vivienda. En dicho contexto, en 1921 se crea la Secretaría de Educación Pública, en 1929 la universidad logra su autonomía y en 1950 comienza la construcción de la ciudad universitaria, en 1937 nace el Instituto Politécnico Nacional y en 1925 se funda la Dirección General de Pensiones Civiles y de Retiro que en 1960 se transforma en el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado y más tarde surgen las siguientes instituciones: en 1943 se crea el Instituto Mexicano del Seguro Social, en 1972 nace el Instituto del Fondo Nacional para la Vivienda de los Trabajadores y en 1974 se funda la Universidad Autónoma Metropolitana, entre otras importantes instituciones encargadas de la seguridad social en México.
4. Control social: En México el Estado fue mediador y árbitro entre trabajadores y empresarios a fin de hacer posible la acumulación de capital. La política de “unidad nacional” de Ávila Camacho y el relevo de Lombardo Toledano por Fidel Velásquez al frente de la CTM, significó la sumisión de todo partidismo o sectarismo a los intereses de la nación que eran la industrialización y el crecimiento económico. El cambio ideológico de la CTM que abandonaba su lema de “lucha de clases” para sustituirlo por otro de colaboración con el capitalismo nacionalista fue la vía para establecer la nueva relación entre sindicatos y gobierno.
Una vez iniciado el control de los trabajadores, se creó la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP) que representó a los sectores medios, por encima de las demandas de obreros y de campesinos. Con el Partido Revolucionario Institucional (PRI), surgido en 1946, los proyectos de reformas sociales y políticas de la Revolución fueron sustituidos por otro: la industrialización y el crecimiento económico. Con la transformación del partido oficial, el país se abrió al capital extranjero, se reglamentaron los derechos laborales y, al crearse la Oficina de la Pequeña Propiedad, se favoreció el latifundismo. Los nuevos sectores incorporados y subordinados al PRI fueron el obrero (CTM), el campesino (CNC) y el popular (CNOP), que redujeron sus inquietudes reivindicativas a su mínima expresión.
5. Regulador de mercados: El gobierno reguló los mercados estableciendo la legislación y las instituciones encargadas de vigilar y de sancionar, y en ocasiones creó organismos que participaron de manera directa en el mercado a fin de contener aumentos en el costo de vida que pudieran desembocar en espirales inflacionarias. De esa manera, en 1938 se crea el Comité Regulador del Mercado de Subsistencias con la finalidad de enfrentar la especulación y las alzas de precios derivadas de las malas cosechas y de la devaluación de la moneda. En 1949, y ante una carestía que parecía no tener fin, el gobierno de Miguel Alemán decide crear la Compañía Exportadora e Importadora Mexicana (CEIMSA), como una sociedad anónima encargada de regular el comercio interior y exterior de productos básicos y de combatir la especulación. Organismos que serían predecesores de la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (CONASUPO), encargada de proveer a obreros y a campesinos de productos básicos (maíz, leche, fríjol, arroz, etc.) a precios subsidiados y de fijar precios de garantía.
6. Proveedor de infraestructura básica: Desde fechas muy tempranas el gobierno mexicano se abocó a la tarea de construir las grandes obras de infraestructura que requería el país para iniciar su crecimiento y desarrollo económico: en 1925, con la creación de la Comisión Nacional de Irrigación y de la Comisión Nacional de Caminos, el gobierno de Plutarco Elías Calles inauguraba la construcción de grandes obras de riego y de caminos que tanto requería el país en esos momentos. Esta política la seguiría aplicando el Estado de la Sustitución de Importaciones a fin de impulsar la industrialización del país como medida para lograr un desarrollo autónomo y sostenido, evitando las limitaciones externas a su crecimiento debido al deterioro de los términos de intercambio. Obras de infraestructura (carreteras, puertos, aeropuertos, presas, represas, hidroeléctricas, etc.) que por sus altos costos y por sus largos plazos de recuperación quedaban fuera del alcance y del interés de la iniciativa privada.
7. Demandante de bienes y servicios: En la medida en que el gobierno se hizo cargo de la construcción de las grandes obras de infraestructura, se convirtió en un importante mercado para numerosas empresas que se convirtieron en proveedoras y contratistas de las grandes obras públicas. Algunas o muchas de estas empresas eran propiedad de funcionarios del gobierno (el presidente Miguel Alemán, por ejemplo, era propietario de un próspero negocio de urbanización) o de personas que mantenían una relación cercana con el grupo gobernante. Muchos políticos incursionaron en los negocios aprovechando sus influencias, sustrayendo recursos de las arcas públicas, ejerciendo la corrupción; sin embargo, en el fondo este tipo de prácticas se llegaron a considerar como partes del proceso de acumulación primitiva de capital que ayudó a conformar una clase empresarial propia.
Por último, la función más importante del Estado en la Sustitución de Importaciones, la de protector, encontraría su precedente más inmediato en 1941 cuando el presidente Ávila Camacho emitió una Ley de Industria de la Transformación orientada a proteger a la industria nacional de la competencia de las importaciones extranjeras y de hacerla competitiva.
El Estado mexicano asumiría todas estas funciones con la finalidad de hacer posible la conformación de una clase empresarial nativa que dependería más del gobierno que del mercado como primera instancia de acumulación de capital. Todas y cada una de estas funciones significarían gastos para el gobierno que, ante la ausencia de una reforma fiscal profunda, lo conduciría al endeudamiento interno y externo como mecanismo de financiamiento, situación que desembocaría en la crisis de la deuda de 1982. Así, el largo proceso de industrialización por sustitución de importaciones (ISI) seguido por México comprende las siguientes etapas. Primera etapa: 1940 a 1956, se sustituyen principalmente bienes de consumo no duradero y se importan bienes intermedios de origen industrial y bienes de capital. Las divisas para financiar tales importaciones se obtuvieron mediante las exportaciones agrícolas gracias a la modernización del sector y a las políticas agropecuarias implementadas durante el cardenismo. Segunda etapa, 1956 a 1970, se profundiza la producción de bienes intermedios y de consumo duradero, las divisas para importar los bienes de capital que el proceso demandaba se obtuvieron mediante préstamos del exterior y de la inversión extranjera directa. Tercera etapa, que va de 1970 a 1982, se tratan de producir internamente algunos bienes de capital, sobre todo aquellos ligados a las industrias petrolera y eléctrica. Las divisas necesarias provinieron de las exportaciones petroleras y de los créditos del exterior.
Ricardo Gonzalez Saavedra
REVOLUCIONES EN EL SIGLO XX
Ensayo comparativo de los procesos revolucionarios de: Bolivia, Cuba, Chile y Nicaragua
Durante el siglo XX se registraron cuatro grandes revoluciones sociales en América Latina: México en 1910, Bolivia en 1952, Cuba en 1959 y Nicaragua en 1979. La comparación de estos acontecimientos históricos con rebeliones recientes permite rescatar la importancia que tienen.
La revolución boliviana fue un alzamiento popular liderado por batallones sindicales de los mineros, que sepultaron la dominación tradicional de la oligarquía. El MNR liderado por Víctor Paz Estensoro nacionalizó el estaño, lanzó la reforma agraria logrando la adhesión campesina e introdujo el sufragio universal. Pero así también reconstruyó al poco tiempo el estado al servicio de las clases dominantes, mediante un giro derechista negociado con el FMI.
En cambio la revolución cubana no se detuvo en la implantación de reformas. Respondió a las agresiones norteamericanas con un rápido proceso de nacionalizaciones y transformaciones anticapitalistas. Esta revolución transformó el escenario regional al asumir un carácter socialista y demostrar la factibilidad de este curso en América Latina.
La revolución nicaragüense pareció seguir este nuevo rumbo. Pero bajo el acoso permanente de bandas financiadas por el Pentágono, los sandinistas detuvieron las transformaciones sociales, pactaron con sus viejos adversarios y antes de perder el gobierno por vía electoral ya se perfilaban como una nueva elite dominante. Tanto en Bolivia como en Cuba existe el peso marcado de una larga historia de revoluciones que tienen tradición.
En Bolivia, Cuba, y Nicaragua se consumó el desmoronamiento de los viejos sistemas políticos y se implementaron cambios económicos, sociales, que respectivamente se estancaron, revirtieron, consolidaron y neutralizaron. Pero en los tres países se verificaron las formas de poder paralelo y los organismos desafiantes del estado, que distinguen a las revoluciones sociales de las rebeliones.
En otros levantamientos estos rasgos aparecieron en forma solo esporádica o conformaron inmaduros embriones. Algunas revoluciones no triunfaron, como la de El Salvador en los años 80 o fueron incipientemente aplastadas Guatemala en 1954 y Chile en 1970. De todas estas experiencias surgieron las tradiciones que nutren la lucha popular. Pero en forma estricta, el término revolución social es solo aplicable en el siglo XX a cuatro grandes eventos de la historia latinoamericana: México, Bolivia, Cuba y Nicaragua. En los tres casos la crisis del bloque social es la que permite la revolución.
A diferencia de muchas rebeliones, los levantamientos de Bolivia, Cuba y Nicaragua tuvieron un nítido desemboque militar. En los tres casos hubo lucha directa de las milicias populares armadas con el ejército regular.
En Bolivia, los batallones del gobierno fueron doblegados por los escuadrones de mineros, después de una durísima batalla de tres días que costó 1500 muertos. El ejército fue demolido por la acción armada de los obreros. En Cuba la guerrilla libró una guerra de desgaste contra la guardia nacional, que culminó con la ofensiva final del movimiento 26 de Julio. Veinte años después, una secuencia de similar de operaciones en el campo junto a insurrecciones urbanas condujeron a la victoria de Nicaragua.
En tres de los cuatro casos excepto Chile (En realidad en Chile no hubo una Revolución propiamente dicha, si se entiende a una Revolución como un movimiento armado, en Chile no lo hubo, pero sí hubo un gobierno socialista producto de las elecciones de 1970 en donde el candidato del Partido Socialista de Chile (PS), Salvador Allende llegó a la presidencia) se perpetró un enfrentamiento militar que definió el triunfo de los revolucionarios y el desmoronamiento del ejército oficial.
Este desenlace condujo al desplome de todos los organismos del estado burgués, que fueron reformados y reconstruidos (Bolivia), destruidos y reemplazados (Cuba) o demolidos y rehabilitados (Nicaragua). Estos resultados finales tan disímiles, no hacen desaparecer el enorme parecido revolucionario inicial de los tres procesos. Son movimientos distintos pero con un común denominador: la lucha armada en contra de clases dominantes.
Las rebeliones latinoamericanas recientes no alcanzaron en ningún caso esta intensidad. De los cuatro levantamientos de la última década, Bolivia se ubicó en el terreno más próximo a una revolución. No solo por la contundencia de las sucesivas "guerras" que libraron los sublevados (agua, coca, gas), sino por el principio constitutivo de organismos de poder popular (en las Juntas de El Alto). Pero la distancia que guarda esta convulsión con el antecedente de 1952 es muy significativa. En esa ocasión un ejército regular fue derrotado y desarmado por batallones mineros.
Es importante valorar esa dimensión subjetiva, ya que toda revolución se nutre de percepciones, esperanzas e ideales. Pero también es vital evaluar el alcance del giro actual para tomar conciencia de la distancia que falta recorrer. Las fronteras que atravesaron Bolivia, Cuba y Nicaragua tres grandes revoluciones sociales de América Latina, no han sido aún traspasadas (excepto por México en 1910).
Es posible que el uso de sustitutos menores como rebelión tienda a desvalorizar el alcance de los levantamientos de la última década, pero la distinción entre revolución y rebelión no tiene connotaciones ofensivas. Solo apunta a esclarecer grados de intensidad de la lucha popular para definir estrategias socialistas adecuadas. Notar que las sublevaciones en Bolivia del 2000-2005 no provocaron un colapso del estado capitalista comparable al observado en 1952, no implica quitarle mérito alguno a estos levantamientos.
Hay quienes sostienen que sólo hay una revolución cuando el movimiento de masas destruye a las fuerzas armadas del estado o de un régimen, como ocurrió en Nicaragua. Otros definen que hay revolución cuando cambia el carácter del estado, es decir, cuando el poder pasa a manos de otra clase, como sucedió en Rusia en octubre de 1917. Finalmente, están quienes aseguran que la revolución se produce cuando se expropia a la clase dominante, como ocurrió, por ejemplo, en Cuba, más de un año después del triunfo castrista. Son tres concepciones distintas de lo que es una revolución.
La revolución presenta ambas caras: es un instrumento de liberación deseado por los oprimidos y es también una categoría de análisis de la lucha social. La esperanza emancipadora no debe anular el potencial explicativo del concepto. No basta con evaluar las percepciones de los protagonistas. Se requiere, además, dimensionar comparativamente el alcance de cada episodio.
Algunos autores recurren al concepto de revolución política para ubicar los levantamientos recientes de América Latina. Los sitúan en un punto intermedio entre las rebeliones y las revoluciones sociales.
La oleada actual de luchas latinoamericanas se desenvuelve en una etapa internacional, que difiere significativamente del contexto predominante en las cuatro grandes revoluciones latinoamericanas del siglo XX. La revolución mexicana constituyó un anticipo del triunfo bolchevique y de la marea roja que cubrió a Europa Occidental.
La revolución boliviana empalmó con la secuencia de levantamientos que signaron la descolonización del Tercer Mundo. Las revoluciones cubana y nicaragüense inauguraron y coronaron, respectivamente, un ciclo de sublevaciones internacionales de gran protagonismo juvenil y fuerte centralidad de los proyectos socialistas.
La regresión social que reinstauró el neoliberalismo fue la chispa que en el pasado encendió las grandes revoluciones. La causa inmediata de la sublevación campesina en México fue la expropiación de las comunidades indígenas y la intensificación de la concentración de la tierra bajo el Porfiriato. La misma secuencia de confiscaciones precipitó el odio popular contra la oligarquía y el puñado de rentistas mineros que despilfarraba las riquezas de Bolivia.
También en Cuba la revolución se expandió en respuesta al pico de miseria y desigualdad social, que había impuesto por Batista. En Nicaragua, la victoria sandinista comenzó a gestarse, cuando el clan Somoza perpetró una descarada apropiación de los fondos recolectados para socorrer a las víctimas del terremoto de 1972. Pero no solo esta lucha social contra la explotación conecta las revoluciones del siglo pasado con las rebeliones de la nueva centuria. También la democratización perdura como un eje recurrente de los levantamientos populares. Esta demanda siempre alcanzó intensidad, cuándo los regímenes despóticos comenzaron a disgregarse. La revolución en Bolivia se desató en medio de la ingobernabilidad generada por el fracaso de la guerra del Chaco. El 26 de Julio puso fin en Cuba a varias décadas de inestables dictaduras y el Sandinismo desplazó en Nicaragua a una dinastía mafiosa en descomposición.
El perfil antiimperialista. La nacionalización del estaño que manejaba la "Rosca" de oligarcas locales asociados con las grandes multinacionales fue la primera medida de la revolución boliviana. En Cuba se puso inmediato fin al manejo norteamericano del azúcar, la electricidad, el petróleo, el níquel y los teléfonos. La revolución nicaragüense erradicó a un tirano a sueldo del Departamento de Estado, que fue célebremente definido por los diplomáticos estadounidenses: “Somoza is a son of a bitch but it is our son of a bitch”.
RICARDO GONZALEZ SAAVEDRA
Durante el siglo XX se registraron cuatro grandes revoluciones sociales en América Latina: México en 1910, Bolivia en 1952, Cuba en 1959 y Nicaragua en 1979. La comparación de estos acontecimientos históricos con rebeliones recientes permite rescatar la importancia que tienen.
La revolución boliviana fue un alzamiento popular liderado por batallones sindicales de los mineros, que sepultaron la dominación tradicional de la oligarquía. El MNR liderado por Víctor Paz Estensoro nacionalizó el estaño, lanzó la reforma agraria logrando la adhesión campesina e introdujo el sufragio universal. Pero así también reconstruyó al poco tiempo el estado al servicio de las clases dominantes, mediante un giro derechista negociado con el FMI.
En cambio la revolución cubana no se detuvo en la implantación de reformas. Respondió a las agresiones norteamericanas con un rápido proceso de nacionalizaciones y transformaciones anticapitalistas. Esta revolución transformó el escenario regional al asumir un carácter socialista y demostrar la factibilidad de este curso en América Latina.
La revolución nicaragüense pareció seguir este nuevo rumbo. Pero bajo el acoso permanente de bandas financiadas por el Pentágono, los sandinistas detuvieron las transformaciones sociales, pactaron con sus viejos adversarios y antes de perder el gobierno por vía electoral ya se perfilaban como una nueva elite dominante. Tanto en Bolivia como en Cuba existe el peso marcado de una larga historia de revoluciones que tienen tradición.
En Bolivia, Cuba, y Nicaragua se consumó el desmoronamiento de los viejos sistemas políticos y se implementaron cambios económicos, sociales, que respectivamente se estancaron, revirtieron, consolidaron y neutralizaron. Pero en los tres países se verificaron las formas de poder paralelo y los organismos desafiantes del estado, que distinguen a las revoluciones sociales de las rebeliones.
En otros levantamientos estos rasgos aparecieron en forma solo esporádica o conformaron inmaduros embriones. Algunas revoluciones no triunfaron, como la de El Salvador en los años 80 o fueron incipientemente aplastadas Guatemala en 1954 y Chile en 1970. De todas estas experiencias surgieron las tradiciones que nutren la lucha popular. Pero en forma estricta, el término revolución social es solo aplicable en el siglo XX a cuatro grandes eventos de la historia latinoamericana: México, Bolivia, Cuba y Nicaragua. En los tres casos la crisis del bloque social es la que permite la revolución.
A diferencia de muchas rebeliones, los levantamientos de Bolivia, Cuba y Nicaragua tuvieron un nítido desemboque militar. En los tres casos hubo lucha directa de las milicias populares armadas con el ejército regular.
En Bolivia, los batallones del gobierno fueron doblegados por los escuadrones de mineros, después de una durísima batalla de tres días que costó 1500 muertos. El ejército fue demolido por la acción armada de los obreros. En Cuba la guerrilla libró una guerra de desgaste contra la guardia nacional, que culminó con la ofensiva final del movimiento 26 de Julio. Veinte años después, una secuencia de similar de operaciones en el campo junto a insurrecciones urbanas condujeron a la victoria de Nicaragua.
En tres de los cuatro casos excepto Chile (En realidad en Chile no hubo una Revolución propiamente dicha, si se entiende a una Revolución como un movimiento armado, en Chile no lo hubo, pero sí hubo un gobierno socialista producto de las elecciones de 1970 en donde el candidato del Partido Socialista de Chile (PS), Salvador Allende llegó a la presidencia) se perpetró un enfrentamiento militar que definió el triunfo de los revolucionarios y el desmoronamiento del ejército oficial.
Este desenlace condujo al desplome de todos los organismos del estado burgués, que fueron reformados y reconstruidos (Bolivia), destruidos y reemplazados (Cuba) o demolidos y rehabilitados (Nicaragua). Estos resultados finales tan disímiles, no hacen desaparecer el enorme parecido revolucionario inicial de los tres procesos. Son movimientos distintos pero con un común denominador: la lucha armada en contra de clases dominantes.
Las rebeliones latinoamericanas recientes no alcanzaron en ningún caso esta intensidad. De los cuatro levantamientos de la última década, Bolivia se ubicó en el terreno más próximo a una revolución. No solo por la contundencia de las sucesivas "guerras" que libraron los sublevados (agua, coca, gas), sino por el principio constitutivo de organismos de poder popular (en las Juntas de El Alto). Pero la distancia que guarda esta convulsión con el antecedente de 1952 es muy significativa. En esa ocasión un ejército regular fue derrotado y desarmado por batallones mineros.
Es importante valorar esa dimensión subjetiva, ya que toda revolución se nutre de percepciones, esperanzas e ideales. Pero también es vital evaluar el alcance del giro actual para tomar conciencia de la distancia que falta recorrer. Las fronteras que atravesaron Bolivia, Cuba y Nicaragua tres grandes revoluciones sociales de América Latina, no han sido aún traspasadas (excepto por México en 1910).
Es posible que el uso de sustitutos menores como rebelión tienda a desvalorizar el alcance de los levantamientos de la última década, pero la distinción entre revolución y rebelión no tiene connotaciones ofensivas. Solo apunta a esclarecer grados de intensidad de la lucha popular para definir estrategias socialistas adecuadas. Notar que las sublevaciones en Bolivia del 2000-2005 no provocaron un colapso del estado capitalista comparable al observado en 1952, no implica quitarle mérito alguno a estos levantamientos.
Hay quienes sostienen que sólo hay una revolución cuando el movimiento de masas destruye a las fuerzas armadas del estado o de un régimen, como ocurrió en Nicaragua. Otros definen que hay revolución cuando cambia el carácter del estado, es decir, cuando el poder pasa a manos de otra clase, como sucedió en Rusia en octubre de 1917. Finalmente, están quienes aseguran que la revolución se produce cuando se expropia a la clase dominante, como ocurrió, por ejemplo, en Cuba, más de un año después del triunfo castrista. Son tres concepciones distintas de lo que es una revolución.
La revolución presenta ambas caras: es un instrumento de liberación deseado por los oprimidos y es también una categoría de análisis de la lucha social. La esperanza emancipadora no debe anular el potencial explicativo del concepto. No basta con evaluar las percepciones de los protagonistas. Se requiere, además, dimensionar comparativamente el alcance de cada episodio.
Algunos autores recurren al concepto de revolución política para ubicar los levantamientos recientes de América Latina. Los sitúan en un punto intermedio entre las rebeliones y las revoluciones sociales.
La oleada actual de luchas latinoamericanas se desenvuelve en una etapa internacional, que difiere significativamente del contexto predominante en las cuatro grandes revoluciones latinoamericanas del siglo XX. La revolución mexicana constituyó un anticipo del triunfo bolchevique y de la marea roja que cubrió a Europa Occidental.
La revolución boliviana empalmó con la secuencia de levantamientos que signaron la descolonización del Tercer Mundo. Las revoluciones cubana y nicaragüense inauguraron y coronaron, respectivamente, un ciclo de sublevaciones internacionales de gran protagonismo juvenil y fuerte centralidad de los proyectos socialistas.
La regresión social que reinstauró el neoliberalismo fue la chispa que en el pasado encendió las grandes revoluciones. La causa inmediata de la sublevación campesina en México fue la expropiación de las comunidades indígenas y la intensificación de la concentración de la tierra bajo el Porfiriato. La misma secuencia de confiscaciones precipitó el odio popular contra la oligarquía y el puñado de rentistas mineros que despilfarraba las riquezas de Bolivia.
También en Cuba la revolución se expandió en respuesta al pico de miseria y desigualdad social, que había impuesto por Batista. En Nicaragua, la victoria sandinista comenzó a gestarse, cuando el clan Somoza perpetró una descarada apropiación de los fondos recolectados para socorrer a las víctimas del terremoto de 1972. Pero no solo esta lucha social contra la explotación conecta las revoluciones del siglo pasado con las rebeliones de la nueva centuria. También la democratización perdura como un eje recurrente de los levantamientos populares. Esta demanda siempre alcanzó intensidad, cuándo los regímenes despóticos comenzaron a disgregarse. La revolución en Bolivia se desató en medio de la ingobernabilidad generada por el fracaso de la guerra del Chaco. El 26 de Julio puso fin en Cuba a varias décadas de inestables dictaduras y el Sandinismo desplazó en Nicaragua a una dinastía mafiosa en descomposición.
El perfil antiimperialista. La nacionalización del estaño que manejaba la "Rosca" de oligarcas locales asociados con las grandes multinacionales fue la primera medida de la revolución boliviana. En Cuba se puso inmediato fin al manejo norteamericano del azúcar, la electricidad, el petróleo, el níquel y los teléfonos. La revolución nicaragüense erradicó a un tirano a sueldo del Departamento de Estado, que fue célebremente definido por los diplomáticos estadounidenses: “Somoza is a son of a bitch but it is our son of a bitch”.
RICARDO GONZALEZ SAAVEDRA
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