12 de 0ctubre: Día de la Resistencia indígena
Guaicaipuro Cuatemoc cobra la deuda a Europa
Por: Luis Britto García
Aquí pues yo, Guaicaipuro Cuautémoc, he venido a encontrar a
los que celebran el Encuentro. Aquí pues yo, descendiente de quienes poblaron
América hace cuarenta mil años, he venido a encontrar a los que se la
encontraron hace quinientos. Aquí pues nos encontramos todos: sabemos lo que
somos, y es bastante. Nunca tendremos otra cosa.
El hermano aduanero europeo me pide papel escrito con visa
para poder descubrir a los que me Descubrieron. El hermano usurero europeo me
pide pago de una Deuda contraída por Judas a quienes nunca autoricé a venderme.
El hermano leguleyo europeo me explica que toda Deuda se paga con intereses,
aunque sea vendiendo seres humanos y países enteros sin pedirles
consentimiento. Ya los voy descubriendo.
También yo puedo reclamar pago. También puedo reclamar
intereses. Consta en el Archivo de Indias, papel sobre papel, recibo sobre
recibo, firma sobre firma, que sólo entre el año de 1503 y el de 1660 llegaron
a Sanlúcar de Barrameda 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata
provenientes de América. ¿Saqueo? No lo creyera yo, porque es pensar que los
hermanos cristianos faltan a su séptimo mandamiento. ¿Expoliación? Guárdeme
Tonantzin de figurarme que los europeos, igual que Caín, matan y después niegan
la sangre del hermano. ¿Genocidio? Eso sería dar crédito a calumniadores como
Bartolomé de las Casas, que califican al Encuentro de Destruición de las
Indias, o a ultrosos como el doctor Arturo Uslar Pietri, quienes afirman que el
arranque del capitalismo y de la actual civilización europea se debió a esa
inundación de metales preciosos.
No: esos 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata
deben ser considerados como el primero de varios préstamos amigables de América
para el desarrollo de Europa. Lo contrario sería presuponer crímenes de guerra,
lo cual daría derecho, no sólo a exigir devolución inmediata, sino a
indemnización por daños y perjuicios. Yo, Guaicaipuro Cuautémoc, prefiero creer
en la menos ofensiva de las hipótesis. Tan fabulosas exportaciones de capital
no fueron más que el inicio de un Plan Marshalltzuma para garantizar la
reconstrucción de la bárbara Europa, arruinada por sus deplorables guerras
contra los musulmanes, cultores del álgebra, la poligamia, el baño cotidiano y
otros logros superiores de la civilización.
Por ello, llegado el Quinto Centenario del Empréstito,
podemos preguntarnos: ¿han hecho los hermanos europeos un uso racional,
responsable, o por lo menos productivo de los recursos tan generosamente
adelantados por nuestro Fondo Indoamericano Internacional?
Deploramos decir que no. En lo estratégico, los dilapidaron
en batallas de Lepanto, Armadas Invencibles, Terceros Reichs y otras formas de
exterminio mutuo, sin más resultado que acabar ocupados por las tropas gringas
de la OTAN, como Panamá (pero sin canal). En lo financiero, han sido incapaces
-después de una moratoria de 500 años- tanto de cancelar capital o intereses,
como de independizarse de las rentas líquidas, las materias primas y la energía
barata que les exporta el Tercer Mundo.
Este deplorable cuadro corrobora la afirmación de Milton
Friedman según la cual una economía subsidiada jamás podrá funcionar. Y nos
obliga a reclamarles -por su propio bien- el pago del capital e intereses que
tan generosamente hemos demorado todos estos siglos. Al decir esto, aclaramos
que no nos rebajaremos a cobrarles a los hermanos europeos las viles y
sanguinarias tasas flotantes de interés de un 20% y hasta un 30% que los
hermanos europeos le cobran a los pueblos del Tercer Mundo. Nos limitaremos a
exigir la devolución de los metales preciosos adelantados, más el módico
interés fijo de un 10% anual acumulado durante los últimos trescientos años.
Sobre esta base, y aplicando la europea fórmula del interés
compuesto, informamos a los Descubridores que sólo nos deben, como primer pago
de su Deuda, una masa de 185 mil kilos de oro y otra de dieciséis millones de
kilos de plata, ambas elevadas a la potencia de trescientos. Es decir: un
número para cuya expresión total serían necesarias más de trescientas cifras, y
que supera ampliamente el peso de la tierra. Muy pesadas son estas moles de oro
y de plata. ¿Cuánto pesarían, calculadas en sangre?
Aducir que Europa en medio milenio no ha podido generar
riquezas suficientes para cancelar este módico interés, sería tanto como
admitir su absoluto fracaso financiero y/o la demencial irracionalidad de los
supuestos del capitalismo. Tales cuestiones metafísicas, desde luego, no nos
inquietan a los indoamericanos. Pero sí exigimos la inmediata firma de una
Carta de Intención que discipline a los pueblos deudores del Viejo Continente,
y los obligue a cumplirnos sus compromisos mediante una pronta Privatización o
Reconversión de Europa, que les permita entregárnosla entera como primer pago
de su Deuda histórica.
Dicen los pesimistas del Viejo Mundo que su civilización está
en una bancarrota que le impide cumplir sus compromisos -financieros o morales.
En tal caso, nos contentaríamos con que nos pagaran entregándonos la bala con
la que mataron al poeta.
Pero no podrán: porque esa bala, es el corazón de Europa.