jueves, agosto 24, 2006

AEROPUERTO


Por Eduardo Aliverti

Escribo esto cuando acabo de leer que en todas las terminales aéreas de Londres y de Israel, y ya también en Estados Unidos, resolvieron vigilar actitudes y caras “sospechosas” de los pasajeros.
Leo que el método fue desarrollado por psicólogos para el ejército israelí, y que consiste en determinar quién es cada persona de acuerdo con la expresión de su rostro. Que el blanco es, por ejemplo, gente con signos de nerviosismo, sudoración o rabia. Y leo el caso de Rafi Taraq, un joven empresario británico de origen paquistaní. En Heathrow lo demoraron dos horas por portar la característica piel oscura de los sudasiáticos, ojos negros brillantes y pelo azabache y grueso.
Ninguno de esos rasgos coincide con los míos y no formo parte de Al Qaida, pero definitivamente resuelvo que ninguno de esos lugares, ni otros que adopten el método, estarán entre mis próximos destinos turísticos o periodísticos. Aunque lo periodístico nunca se sabe, es cierto. Así como para ellos uno puede ser un sospechoso según la cara, la mirada, el pelo, los gestos, la ropa, la piel que tenga, uno ahora pasa a verlos a ellos como sospechosos de sospechar de todo y en capacidad de hacerle pasar un rato muy desagradable, en nombre de sus negocios, de sus bombas, de su comida chatarra, de su petróleo, de sus películas. Ellos y sus gendarmes mundiales. Es así que el rato es en nombre de la vida que ellos quieren y que los aeropuertos son nada más que el primer paso, imagino.
¿Qué hacer? Tengo los ojos marrón oscuro, pero estoy seguro de que cuando veo la cara de Bush deben ponérseme brillantes de odio. Y no hay día en que el rostro de ese degenerado no se publique en cualquier diario o revista de cualquier parte del mundo. Y yo voy a estar en un aeropuerto con alguna cosa que tenga la foto de Bush, o simplemente pensaré en él, y me van a agarrar.
Los pelos los tengo más bien ceniza aunque todavía tirando a negruzcos, pero si esté donde esté me pongo a pensar en la gusanería cubana de Miami empiezan a parárseme todos. Y si me asaltan la cabeza los periodistas y animadores de la radio y la televisión argentinas que sacan al aire a esos tipos, se me ponen como si hubiera puesto los dedos en el enchufe.
Puedo no llevar diarios ni libros ni revistas ni papeles ni apuntes. Puedo no llevar nada de nada más que los documentos y la radio. Si me sacan la radio empezaré a transpirar, pero apenas descubran que no lleva un explosivo líquido que se acciona al sintonizar Radio 10 me dejarán tranquilo. El problema es si antes, durante o después de eso, justo se me aparecen las imágenes de los invitados de Grondona, las proclamas apocalípticas de Morales Solá, el periodismo fashion que juega de víctima porque no tiene publicidad del Estado y los chacareros que lloran arriba de una 4x4 importada. Porque ahí me empieza la sudoración.
No llego a entender cómo se detectan con exactitud los signos de rabia en un aeropuerto, pero imagino que los músculos de la cara deben tensarse de una forma demasiado llamativa, como si fueran a explotar, tipo lo que me pasa cuando me acuerdo de Videla o de Astiz, o de los tilingos que exigen mano dura mientras las cárceles y las comisarías están hacinadas, o de Blumberg diciendo que su convocatoria no es política, o de la Iglesia convocando a la abstinencia sexual y a no ponerse forro. ¿Qué hago si me pasa eso en el aeropuerto?
Otra cosa jodida es que suelo reírme solo. Pongamos: cuando leo sobre el cisma de los radicales, entre los que ya mismo se van con Kirchner y los que se quedan nadie sabe dónde dilatando sobre la salud de la República. Y no es risa pero sí una mueca de gracia, como de mucha gracia, cuando me entero de que acceder a los presuntos nuevos créditos para comprar vivienda significa ganar alrededor de 4000 mil pesos mensuales, siempre que hablemos de un cuchitril en algún barrio venido a menos. En cambio, lo de no demostrar nerviosismo se hace cuesta arriba. Irrefrenablemente cierro los puños cuando leo las cifras del superávit fiscal, y el crecimiento de los índices industriales, y las cifras de la construcción, y la cantidad de horas ocupadas. Y lo contrasto con que los más ricos de este país son cada vez más ricos, y los más pobres cada vez más pobres. Cuando veo que la política impositiva se reduce a las anunciadas acciones mediáticas del amigo Montoya, me muerdo el labio inferior. Y cuando constato que los gángsters del aparato bonaerense del PJ se pasan al kirchnerismo con abrazo de bienvenida, me aliso la barba con fruición. En síntesis, no llego ni al hall de preembarque.
Pero la cosa peor, hoy por hoy, no es ninguna de todas esas. Tomada la coyuntura, me taladra cada fascista, consciente o no, que le llama antisemita a quien se opone a la masacre desatada por Israel. Porque se me juntan los ojos brillosos, los pelos de punta, la rabia, el nerviosismo, los puños cerrados, los labios mordidos y la sudoración.
Algo me dice que somos muchos los terroristas que pensamos así. Y que en todo caso deberíamos cuidarnos de no juntarnos todos en algún aeropuerto de ésos.

martes, agosto 15, 2006

AMNESIA CHILENA

Las quejas chilenas y los imperdonables olvidos

La sociedad argentina, después de algunas idas y vueltas, eligió la memoria. Por eso el nuestro fue el único país de América que juzgo a las juntas militares y condeno a los dictadores que lo devastaron. Por eso, en estos días el horrible Julio “Turco” Simón, esta siendo juzgado 30 años después de sus atrocidades.
No es lo común: no ocurrió en Brasil, ni en Uruguay, ni tampoco en España. En este ultimo país, tan gobernado por el socialismo, todavía pueden verse placas de homenaje a Franco y sus secuaces en infinidad de ciudades, pueblos e iglesias. Mas aun: esta por votarse una ley sobre las centenares de miles de victimas del franquismo en la que se prohíbe expresamente ya no el enjuiciamiento sino la publicación de los nombres de los torturadores y verdugos. Todo a favor de la supuesta concordia que mas supuestamente aun acarrearía, como una sombra, el olvido.
Pero la sociedad argentina, no. Prefiere la memoria al olvido. La verdad pura. Y quizás esa elección constituya una de sus mas valerosas virtudes.
Últimamente Chile ha manifestado su indignación contra nuestro país porque le ha aumentado el precio del gas. El gobierno ha tomado la medida por algo bastante fácil de entender: el gas que, a su vez, la Argentina importa desde Bolivia incremento y mucho su precio. Pero aun siendo publico todo esto, la cólera chilena se hace sentir, como si la Argentina estuviera obligada a subsidiarlo.
Pero la sociedad argentina tampoco olvida el comportamiento de Chile durante la tragedia de Malvinas. En esa guerra desigual, mientras la abrumadora mayoría de las naciones de Latinoamérica apoyaban al país y pocas se declaraban neutrales, Chile –( que gobernara una dictadura no alcanza como excusa )– traiciono a su vecino, colaborando con premeditado sigilo con la potencia extracontinental. Y no fue lo de Estados Unidos, que le advirtió a la Argentina que si había conflicto bélico iba a poyar a Gran Bretaña. El que avisa …
Distinto es el caso chileno que, declarándose neutral, le cedió bases y su espacio aéreo al invasor, a cambio de aviones y misiles, todo lo cual esta documentado por el historiador oficial ingles Lawrence Freedman y corroborado por jefes militares chilenos de entonces.
No se ha oído desde entonces disculpa chilena alguna. Por lo cual seria bueno que el enojo actual bajara sus decibeles, aunque fuera como desmemoriado reconocimiento a una sociedad que si tiene memoria.

viernes, agosto 04, 2006

QUIEN ES?

El mono salvador

El hombre solamente evoluciona en la medida en que sirve, que colabora. Que se abre generosamente a las necesidades de los otros. El egoísta no puede ni ver ni escuchar, está centrado exclusivamente en su propio interés personal, magnificado y tremendo”, adentro. Sin apertura de corazón y de horizontes.
Pero el servicio exige movimientos excelentes: motivación esclarecida, metodología adecuada y actitud positiva ante los resultados. Caso contrario se está contribuyendo a intensificar el dolor y el malestar conjunto.
Había un mono corpulento, forzudo y ególatra. Se jactaba de ser buen nadador. Se acercó a un río caudaloso y se lanzó a las aguas dispuesto a llegar hasta la otra orilla.. La corriente que no entiende de primates ni de soberbias, arrastró sin piedad al animal hasta una violenta y mortal cascada. El mono luchaba valientemente con las aguas pero pronto descubrió que era inútil todo esfuerzo y se entregó a su fatal destino, resignado.
De pronto aparecieron en la correntada unas piedras salvadoras. El animal se trepó rápidamente con inmensa alegría. Era un milagro, un mensaje divino, no lo podía creer. Un profundo sentimiento de gratitud se despertó en su interior y quiso, desde entonces, ayudar, servir. Y quedó atento, mirando el río tormentoso y cada vez que veía pasar un pez lo sacaba de entre las piedras y el agua, para que no muera ahogado como pudo haberle ocurrido a él!.
Todavía se lo ve al mono salvador ayudando a los peces a salir del agua. Para que no se los lleve la corriente…!
No hay nada más peligroso en un grupo que un tonto voluntarioso, con ganas. Lo que es bueno para uno ¿Será bueno para todos? Existen más monos salvadores que nadadores y navegantes de la vida prudentes y serviciales.
¡Cuantos cardúmenes soportan las maniobras exhibicionistas de tantos monos hiperactivos!

jueves, agosto 03, 2006

EL REY SE PUSO DE PIE


Fue un impulso superior, desconocido, irrefrenable. Jorge II, monarca de Gran Bretaña e Irlanda al escuchar los primeros acordes sólo atinó a erguirse; y con él, en un movimiento único todos los presentes hicieron lo mismo.
Desde entonces es tradición en Inglaterra escuchar el Aleluya de Haendel, de pie, una pulgada mas cerca de Dios. Y luego se fueron y contaron de puerta en puerta, que había sido creada una obra musical como no existía otra en la Tierra. Y una sola palabra, hecha torrente musical desde 1741, eleva la condición humana a la gloria de su real naturaleza: Alegría.
Pero muy pocas personas conocen en qué situación de vida se encontraba Jorge Federico Haendel cuando fue visitado por la gracia de una inspiración superior. Enfermo; desahuciado por los médicos; censurado por la estética musical inglesa; con riesgo de ir a la Torre de Londres, en prisión por deudor moroso; no quería vivir, sin fuerzas; mal alimentado, destruido por la depresión, asistido por su empobrecido criado; sin horizontes, ni alegría alguna. “Basta conmigo… Sin fuerza… no quiero vivir sin fuerza”, repetía. Estaba acabado. Tenía 56 años.
En la cerrada noche de su desesperación Haendel increpó a Dios: por indolente, por distraído, por cruel. Como única respuesta un rayo imprevisto irguió su derrumbada contextura, mientras en su abandonada mesa de trabajo leyó “¡Confórmate! y di con fuerza tu palabra”.
Haendel inclinó su cabeza sobre las viejas hojas de música, ahora sacudida por una tempestad. Había desaparecido el cansancio; era todo un goce creador. Durante 14 días con sus 14 noches, no comió, ni durmió, como si hubiese enloquecido. No dejaba de trabajar y de cantar. Quería levantar su testimonio de gratitud y júbilo.
Sólo quien ha llegado a la raíz misma del dolor, puede saltar a la alegría con ese vigor. Su criado no podía controlarlo.
Jorge Federico Haendel había resucitado con La Vida del Mesías, donde su Aleluya, Aleluya, Aleluya, borró con luz expansiva toda la oscuridad de su vida.

“No quiero recibir ningún dinero por esta obra. No es mía. Todo lo que produzca que sea para los enfermos y los presos. Porque he sido un enfermo y con ella me sané. Y he sido un preso, y por ella me liberé.”

De este renacimiento de testimonio un gran escritor, Stefan Zweig.
Zweig y su esposa, se suicidaron en 1942. No pudieron soportar el horror de la guerra mundial, y su propia depresión: “demasiado cansados para soportar todo esto”.
En cambio, un músico destruido, solo, sin ninguna violencia, fue capaz con su genio, de poner de pie al rey de Inglaterra.
Tal vez puedas completar este cuento para regalar, con tres movimientos: escuchar el Aleluya, leer “Nuevos momentos estelares de la humanidad”, de Stefan; y meditar sobre el poder creador que duerme en cada uno de nosotros.

miércoles, agosto 02, 2006

LOS PAVOS NO VUELAN


LOS PAVOS NO VUELAN

Un paisano en Catamarca encontró un huevo muy grande. Nunca había visto nada igual. Y decidió llevarlo a su casa.

- “¿Será de un avestruz?” preguntó a su mujer.
- “No. Es demasiado abultado”; dijo el abuelo
- “¿Y si lo rompemos?”, propuso el ahijado.
- “Es una lástima. Perderíamos una hermosa curiosidad”; respondió la cuidadosa abuela.
- “En la duda, lo voy a colocar a la pava que está empollando huevos. Tal vez con el tiempo nazca algo.” Afirmó el paisano y así lo hizo.

Cuenta la historia que a los quince días nació un pavito oscuro, grande, nervioso, que con mucha avidez comió todo el alimento que encontró a su alrededor. Luego miró a la madre con vivacidad y le dijo entusiasta:

“Bueno, ahora vamos a volar.”

La pava se sorprendió muchísimo de la proposición de su flamante crío, y le explicó:

“Mirá, los pavos no vuelan. Te hace mal comer apurado”.

Entonces trataron de que el pavito coma más despacio, el mejor alimento y en la medida justa.
El pavito terminaba su almuerzo o cena, su desayuno o merienda y le decía a sus hermanos:

“¡Vamos muchachos, a volar!”

Todos los pavos le explicaban entonces nuevamente:

“Los pavos no vuelan. A vos te hace mal la comida.”

El pavito fue hablando más de comer y menos de volar. Y creció y murió en la pavada general: ¡pero era un cóndor!
Había nacido para volar hasta los 7000 metros ¡pero nadie volaba… !
El riesgo de morir en la pavada general es muy grande. ¡Como nadie vuela!
Muchas puertas están abiertas porque nadie las cierra, y otras están cerradas porque ninguno las abre.
El miedo al hondazo es terrible.
La verdadera protección está en las alturas. Especialmente cuando hay hambre de elevación y buenas alas.

martes, agosto 01, 2006

HASTA CUANDO?

¿Hasta cuándo?

En Caná, donde Jesús convirtió el agua en vino para celebrar el amor humano, el odio humano despedaza más de treinta niños en un largo bombardeo. La guerra sigue, como si nada. Como de costumbre, dicen que fue un error. ¿Hasta cuándo los horrores se seguirán llamando errores?
Esta guerra, esta carnicería de civiles, se desató a partir del secuestro de un soldado. ¿Hasta cuándo el secuestro de un soldado israelí podrá justificar el secuestro de la soberanía palestina? ¿Hasta cuándo el secuestro de dos soldados israelíes podrá justificar el secuestro del Líbano entero?
La cacería de judíos fue, durante siglos, el deporte preferido de los europeos. En Auschwitz desembocó un antiguo río de espantos, que había atravesado toda Europa. ¿Hasta cuándo seguirán los palestinos y otros árabes pagando crímenes que no cometieron?
Hezbolá no existía cuando Israel arrasó el Líbano en sus invasiones anteriores. ¿Hasta cuándo nos seguiremos creyendo el cuento del agresor agredido, que practica el terrorismo porque tiene derecho a defenderse del terrorismo?
Irak, Afganistán, Palestina, Líbano. ¿Hasta cuándo se podrá seguir exterminando países impunemente?
Las torturas de Abu Ghraib, que han despertado cierto malestar universal, no tienen nada de nuevo para nosotros, los latinoamericanos. Nuestros militares aprendieron esas técnicas de interrogatorio en la Escuela de las Américas, que ahora perdió el nombre pero no las mañas. ¿Hasta cuándo seguiremos aceptando que la tortura se siga legitimando, como hizo la Corte Suprema de Israel, en nombre de la legítima defensa de la patria?
Israel ha desoído cuarenta y seis recomendaciones de la Asamblea General y de otros organismos de las Naciones Unidas. ¿Hasta cuándo el gobierno israelí seguirá ejerciendo el privilegio de ser sordo?
Las Naciones Unidas recomiendan, pero no deciden. Cuando deciden, la Casa Blanca impide que decidan, porque tiene derecho de veto. La Casa Blanca ha vetado, en el Consejo de Seguridad, cuarenta resoluciones que condenaban a Israel. ¿Hasta cuándo las Naciones Unidas seguirán actuando como si fueran otro nombre de los Estados Unidos?
Desde que los palestinos fueron desalojados de sus casas y despojados de sus tierras, mucha sangre ha corrido. ¿Hasta cuándo seguirá corriendo la sangre para que la fuerza justifique lo que el derecho niega?
La historia se repite, día tras día, año tras año, y un israelí muere por cada diez árabes que mueren. ¿Hasta cuándo seguirá valiendo diez veces más la vida de cada israelí?
En proporción a la población, los cincuenta mil civiles, en su mayoría mujeres y niños, muertos en Irak, equivalen a ochocientos mil estadounidenses. ¿Hasta cuándo seguiremos aceptando, como si fuera costumbre, la matanza de iraquíes, en una guerra ciega que ha olvidado sus pretextos? ¿Hasta cuándo seguirá siendo normal que los vivos y los muertos sean de primera, segunda, tercera o cuarta categoría?
Irán está desarrollando la energía nuclear. ¿Hasta cuándo seguiremos creyendo que eso basta para probar que un país es un peligro para la humanidad? A la llamada comunidad internacional no la angustia para nada el hecho de que Israel tenga doscientas cincuenta bombas atómicas, aunque es un país que vive al borde de un ataque de nervios. ¿Quién maneja el peligrosímetro universal? ¿Habrá sido Irán el país que arrojó las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki?
En la era de la globalización, el derecho de presión puede más que el derecho de expresión. Para justificar la ilegal ocupación de tierras palestinas, la guerra se llama paz. Los israelíes son patriotas y los palestinos son terroristas, y los terroristas siembran la alarma universal. ¿Hasta cuándo los medios de comunicación seguirán siendo miedos de comunicación?
Esta matanza de ahora, que no es la primera ni será, me temo, la última, ¿ocurre en silencio? ¿Está mudo el mundo? ¿Hasta cuándo seguirán sonando en campana de palo las voces de la indignación?
Estos bombardeos matan niños: más de un tercio de las víctimas y a veces bastante más, como en Caná. Quienes se atreven a denunciarlo son acusados de antisemitismo. ¿Hasta cuándo seguiremos siendo antisemitas los críticos de los crímenes del terrorismo de Estado? ¿Hasta cuándo aceptaremos esa extorsión? ¿Son antisemitas los judíos horrorizados por lo que se hace en su nombre? ¿Son antisemitas los árabes, tan semitas como los judíos? ¿Acaso no hay voces árabes que defienden la patria palestina y repudian el manicomio fundamentalista?
Los terroristas se parecen entre sí: los terroristas de Estado, respetables hombres de gobierno, y los terroristas privados, que son locos sueltos o locos organizados desde los tiempos de la Guerra Fría contra el totalitarismo comunista. Y todos actúan en nombre de Dios, así se llame Dios o Alá o Jehová. ¿Hasta cuándo seguiremos ignorando que todos los terrorismos desprecian la vida humana y que todos se alimentan mutuamente? ¿No es evidente que en esta guerra entre Israel y Hezbolá son civiles, libaneses, palestinos, israelíes, quienes ponen los muertos? ¿No es evidente que las guerras de Afganistán y de Irak y las invasiones de Gaza y del Líbano son incubadoras del odio, que fabrican fanáticos en serie?
Somos la única especie animal especializada en el exterminio mutuo. Destinamos dos mil quinientos millones de dólares, cada día, a los gastos militares. La miseria y la guerra son hijas del mismo papá: como algunos dioses crueles, come a los vivos y a los muertos. ¿Hasta cuándo seguiremos aceptando que este mundo enamorado de la muerte es nuestro único mundo posible?