domingo, diciembre 21, 2008

Grupos sociales subalternos en la epoca final colonial

INTRODUCCIÓN

A fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, en Méjico y Perú además de las jurisdicciones políticas y las regiones coloniales habían otras divisiones: las clases, el color de la piel, los idiomas y la identidad étnica. Estas categorías se fundaban en la identidad social, no en el color de la piel y lo que unía a esta población eran sus creencias y actitudes comunes respecto del rey, el imperio y la religión.

En América todos los acontecimientos económicos estaban unidos a otros sociales y políticos. En el periodo de 1730-1830 se producen grandes acontecimientos de tipo social-étnico que intentan una transformación en el estado colonial hasta llegar al proceso de independencia. Para el caso de Méjico Taylor[1] habla de rebeliones e insurrecciones, a las que O`Phelan denomina revueltas[2]. En el Alto Perú (zona que hoy son Bolivia y Perú) se produce lo que Vilar califica de gran rebelión de Tupac Amaru[3], que en alguna medida define la tendencia de las diferentes grupos sociales subalternos y la importancia que tendrán en las futuras luchas por la independencia de las naciones americanas.

La invocación del pasado étnico parece ser una práctica constante del nacionalismo. Sin embargo, esto no quiere decir que se trate de un proceso mecánico y absolutamente condicional en la creación de naciones. El surgimiento de una comunidad cultural que aspira a ser políticamente independiente no es solamente una actividad basada en decretos y acuerdos sino también involucra su propio sentido de la memoria histórica como forma de legitimación de la nueva nación. El pasado étnico se percibe a través de mitos, símbolos y leyendas, mientras que el nacionalismo emerge como la primera expresión de conciencia y defensa cultural de dicho pasado étnico. El nacionalismo como movimiento cultural usa mitos y símbolos para proveer a la comunidad que busca autonomía política una identidad cultural propia. El uso de mitos impulsa a la acción colectiva y demuestra tener la capacidad para la movilización popular Explicar de manera comparativa el uso ideológico del pasado prehispánico en el nacionalismo incipiente de Méjico y Perú de finales del siglo XVIII frente a la disolución del poder colonial es importante para comprender los procesos independentistas. Los términos de esta comparación son que tanto Méjico como Perú tienen una experiencia histórica similar, pero la existencia del pasado prehispánico o étnico fue utilizada de diferente manera en la etapa anterior a la formulación de independencia. Las experiencias históricas compartidas son: memoria de un pasado imperial conquistado por la Corona española; experiencia colonial prolongada y formación de la sociedad de castas. A pesar de estos hechos en común, las dos nacientes naciones manifestaron diferentes usos de su historia. Méjico usó y reelaboró el pasado azteca, a pesar de la indianidad vigente, con el fin de romper política y culturalmente con España. Perú mostró Ambigüedad en el uso del pasado inca en tanto la indianidad fuese vigente y manifestó continuidad con España. Crear una comunidad con historia propia fue un rasgo sobresaliente del nacionalismo mexicano; mantener una vinculación con la tradición hispánica y temor a la comunidad inca fue una preocupación peruana. Ahora bien, ¿qué factores determinaron estas diferencias ideológicas entre Perú y Méjico en cuanto a sus nacionalismos incipientes y ante la disolución del orden colonial? En principio, resulta útil el planteamiento de la siguiente conjetura: a mayor presión indígena, menor interés criollo por la tradición étnica y prehispánica. Esta suposición aplicada de manera comparativa se puede explicar por medio de dos variables: la tensión étnico-racial de la sociedad de castas y la ocurrencia e intensidad de revueltas indígenas anteriores a la declaración de la independencia. La composición étnica y racial de Perú y Méjico a finales del siglo XVIII y principios del XIX mostraba similitudes. En ambas sociedades la población estaba compuesta por cuatro categorías raciales básicas.

Población

Perú

Méjico

Blancos (1)

140.890 (13%)

1.095.000 (23%)

Indios

648.615 (58%)

2.500.000 (52%)

Mestizos

244.313 (22%)

1.231.000 (25%)

Negros

81.389(7%)

6.100(0,13%)

Total

1.115.207 (100%)(a)

4.832.100 (100%)(b)

(1) Incluye a criollos y peninsulares a) Fuente: John Lynch, The Spanish American Revolutions 1808-1826, p. 380, nota 2 (b) Jacques Lataye, Quetzalcóatl y Guadalupe, p.49.

En términos generales, tanto en Méjico como en Perú el grupo blanco controlaba prioritariamente la economía, religión y política. Las castas y la mayoría de indios se encontraban en el último escalón de la sociedad. Eran tributarios y proveían la principal fuerza de trabajo para la economía colonial. Dentro de la categoría indígena existía una tradicional división mantenida por las autoridades coloniales: la llamada nobleza indígena, conocida en Perú como los curacas y en Méjico como los caciques. Este sector nativo era poseedor de tierras y jugaba un papel clave en la recolección de tributos y reclutamiento de fuerza de trabajo para las encomiendas, mitas y repartimientos.[4] También se distinguía de sus semejantes y coetáneos por su sistemática adoctrinación en la religión católica y las maneras hispanas. Perú estaba habitado por diversas razas sin cohesión entre sí, con un antagonismo latente hasta en la misma raza blanca, según fuese su procedencia europea o americana. Ésta región fue el centro y el nervio de la reacción realista, a punto de llegar casi a dominar la revolución sudamericana por algún tiempo y prolongar la lucha por espacio de 15 años. Por eso hacia el convergían los ejércitos americanos del sur y del norte en 1820.

La tensión étnico-racial entre las diversas categorías ocurría de forma diferente en las dos sociedades. En Perú se trata del típico antagonismo racial entre indios y blancos. En los Andes era más común la tendencia a que los indios aceptaran el peso de las formas de trabajo impuesto cuando éste era exigido por indios principales y curacas. La situación era diferente si el trabajo era requerido por un blanco o incluso un mestizo. Entonces había reacciones de repulsa y cierta violencia por parte del sector indígena. Por otra parte, en Méjico la fricción fundamental tenía lugar por la rivalidad entre la minoría de blancos peninsulares y blancos americanos. Esta rivalidad es patente a finales del siglo XVIII entre las primeras generaciones de blancos americanos (criollos) y la llegada de nuevos españoles emigrantes atraídos por el éxito de la economía colonial.

Si bien ambos sectores, criollos y peninsulares mantenían asociación racial, comunidad lingüística y participaban en la misma tradición hispana basada en la adhesión a la religión y pensamiento católicos, existía la obvia diferencia de su pertenencia geográfica, o sea, su lugar de nacimiento. Ésta característica ha pretendido explicar el hecho de que los criollos de Méjico tuvieran riquezas o acceso a la educación eclesiástica, pero no derechos para ocupar altos puestos dirigentes o administrativos. Además en Méjico la cantidad de nobles ricos llego a superar a la nobleza de España de ahí que la representación de Méjico en carácter de diputados convocados por la regencia fuera mayor, el 60% de los diputados hispanoamericanos era de Méjico.

Otros aspectos preocupaban a la minoría blanca del Perú, como lo fueron las frecuentes revueltas indígenas entre 1708 y 1783. Los blancos peruanos, fuesen criollos o peninsulares, eran conscientes o tenían la intuición de su condición minoritaria en un medio predominantemente no europeo. Intentos intelectuales enfocados a marcar alguna distinción al interior de este grupo racial y culturalmente homogéneo a la percepción de la mayoría de castas e indios era un riesgo que ponía en duda la sobrevivencia misma del grupo. La vulnerabilidad sobre la que se asentaba la sociedad de castas implicaba en ambos virreinatos invocar con cautela ideas políticas que no se confundieran con "guerras de castas" o significaran la recuperación del territorio usurpado, el exterminio de blancos o la restauración cultural y organizativa de la anterior sociedad autóctona.

En general, la independencia hispanoamericana tuvo que contender con dos enemigos y un aliado potencial: los ejércitos de España; la oposición, o la inercia de los criollos, y las embarazosas exigencias de las fuerzas populares. Las revoluciones hispanoamericanas se realizaron a escala continental, pero no fueron un movimiento concertado. Compartieron un común origen y un común objetivo, pero difirieron unas de otras por su organización militar y política. Así como en Méjico la religión fue un elemento que aglutinó a criollos, mestizos, e indígenas bajo el mando de la virgen de Guadalupe, en Perú fue el inca la figura a la que recurrieron criollos provincianos y caciques mestizos para tener el apoyo indígena.

El caso de Méjico era especial, y constituía un desafío más a la revolución americana. Dividido en sus objetivos, presa de sus conflictos internos, Méjico era propicio a una intervención exterior. Pero no podía recibirla .Estaba lejos de los grandes centros de la revolución del sur, más allá del alcance de los libertadores continentales, Méjico luchó solo y su lucha nació de sí mismo. La revolución mejicana se diferencia de la de Perú en dos aspectos vitales, empezó como una violenta protesta social desde abajo; y España tenía más que perder en Méjico que en cualquier otro lugar en América.

En cambio en Perú, en vísperas de la revolución, existía una población de algo más de un millón de habitantes. Los indios constituían el 58% del total y los mestizos el 22%. Estaban concentrados en la región andina, donde practicaban una agricultura de subsistencia y proporcionaban mano de obra para las minas, obrajes y haciendas. Los esclavos negros constituían alrededor del 4% de la población, y la gente de color, libre, alrededor del mismo porcentaje; pero en Lima y en los valles costeros, donde una agricultura comercial y una economía de plantación exigía una fuerza de trabajo más móvil, los negros y los pardos predominaban entre la población no española. Los blancos totalizaban menos del 13% del total y se les encontraba principalmente en la costa con una importante concentración también en el Cuzco. Pero la raza no era la única determinante de la situación social. Perú estaba también escindido por profundas divisiones sociales y económicas. Por supuesto, la clase dominante, formada tanto por españoles como por criollos, era inevitablemente blanca. En cambio, Méjico era una colonia pura. Los españoles dominaban a los criollos, estos utilizaban a los indios, y la metrópoli explotaba a los tres. En el Bajío, donde sobrevivía un numeroso grupo de rancheros que se veían apretujados en extensiones de tierra cada vez más reducidas, diversas clases de peones sufrían un serio descenso de su nivel de vida. Las consecuencias del monopolio de la tierra se agravaron debido al aumento de la población, que subió entre 1742 y 1793 de 3,3 millones a 5,5 millones. No había tierra para la nueva población, pues las haciendas de los criollos y de la iglesia invadían las pequeñas granjas para eliminar la competencia y buscar un abastecimiento de mano de obra dependiente. La expansión de las haciendas y el crecimiento de la población rural, produjeron una situación en la cual el campesinado no podía alimentarse independientemente de las grandes fincas. Los terratenientes tenían a los campesinos a su merced, tanto en su calidad de consumidores, como en la de trabajadores.

En Perú, los blancos peruanos fueron siempre conscientes de que los indios y los mestizos les superaban en número, eran como un volcán situado en medio de ellos. Entre 1708 y 1783, Perú experimentó un mínimo de 140 levantamientos, la mayoría de ellos de origen indio, protestas violentas contra diversas formas de servidumbre: exigencias excesivas de tributos, impuestos y diezmos; el reparto y la mita y el odiado corregidor, personificación de todos los abusos. La mayoría de estos movimientos no tuvieron nada de excepcionales, pero dos rebeliones hicieron que la colonia se estremeciera hasta sus cimientos, la de Tupac Amaru y la de Tupac Catari.

La diferencia entre las insurgencias de Perú y Méjico radica en los líderes. Mientras en Perú los lideres rebeldes fueron de extracción indígena en Méjico, las insurgencias fueron lideradas por miembros de la iglesia como Morelos y Miguel Hidalgo y Costilla, un cura hijo del administrador de una hacienda, un criollo frustrado como el resto de su clase, que conocía de cerca la degradación de las masas rurales, párroco de dolores en el Bajío. Era accesible e igualitario, y dominaba los dialectos indios, hizo de su parroquia un centro de discusión de los asuntos económicos y sociales contemporáneos, al que acudían tanto los indios y las castas, como los criollos. El Bajío era un complejo agrícola y minero relativamente próspero; autosuficiente; poseía una estructura social más flexible que en otras partes, una gran proporción de indios que iban de un lado a otro, distintos a los indios comuneros, y un gran porcentaje de negros libres y mulatos. Aunque nadie moría de hambre en el Bajío, había un complejo contraste entre la riqueza de los propietarios de minas y haciendas y la pobreza de la clase tributaria, una gente que era lo suficientemente móvil como para encontrar trabajo asalariado en minas y haciendas, pero cuyo progreso se veía permanentemente impedido por el degradante tributo. Los indios dependían del liderazgo criollo para las acciones políticas. (A diferencia de los Andes donde el liderazgo insurreccional siempre fue de origen indio) ¿Pero aceptaban los criollos a los indios? A finales de 1809, un movimiento conspirativo reunió a un cierto número de revolucionarios criollos: Ignacio Allende, Juan de Aldama, Miguel Domínguez, y otros miembros de las ilustradas familias criollas de rango medio. Los movía el odio a los peninsulares, querían deponer a las autoridades, expulsar a los españoles y establecer una junta de gobierno criollo. A mediados de 1810 la conspiración de Querétaro, como se la llamo, había reclutado al anteriormente citado Hidalgo, que pronto se convirtió en su líder. Como cura y reformador era indispensable a los conspiradores, pues tenía influencia entre los indios y las castas. Pero los indios, si bien era dudoso su respeto por un rey distante, desconfiaban de los criollos y peninsulares por igual, y no distinguían entre el dominio de unos y otros. Los revolucionarios necesitaban refuerzos inmediatos, y ante la indiferencia de otros criollos, los campesinos eran la única alternativa. El 16 de Septiembre, Hidalgo aprovechando que la muchedumbre acudía a su parroquia para la misa del domingo, lanzó el grito de dolores, en el cual probablemente no se habló de independencia, El grupo estaba compuesto principalmente de indios y castas, armados con arcos y flechas, lanzas y machetes. Después de la caída de Guanajuato, el 28 de Septiembre, recibió el apoyo de mineros y otros trabajadores urbanos, pero el movimiento nunca atrajo a más de un centenar de criollos de la milicia. Pronto el grito fue inequívoco, “independencia y libertad”.Los realistas concentraron sus defensas y tesoros en la Alhóndiga. Esto aumentó la sensación de un conflicto de clase y provocó un ataque de incontrolada violencia, la matanza fue total.

El movimiento de Hidalgo fue un movimiento de masas y luchó por una revolución profunda. Mantuvo la fidelidad de sus seguidores, ampliando constantemente el contenido social de su programa. Abolió el tributo indio, emblema de un pueblo oprimido. Abolió también la esclavitud bajo pena de muerte. En Méjico donde la esclavitud era una institución en declive, la abolición tenía implicaciones más sociales que económicas. Los terratenientes tenían formas más económicas y eficientes de trabajar la tierra, y preferían una fuerza de trabajo de peones vinculada, no por la esclavitud, sino mediante los arriendos y el endeudamiento. De este modo la prueba real de las intenciones de Hidalgo sería la reforma agraria. Este problema también lo enfrentó, ordenando la devolución de las tierras que en derecho pertenecían a las comunidades indias.

Sin embargo, Hidalgo, repudiado por los criollos, con 80.000 seguidores como horda indisciplinada y sin preparación tuvo que enfrentarse con profesionales que apoyaron a los grandes terratenientes y propietarios de minas de San Luis, Potosí y Zacatecas, que derrotaron a Hidalgo en el puente Calderón, quien huyó cada vez más al norte, siendo ejecutado el 21 de Marzo de 1811. Seis de los nueve hombres que formaban el tribunal acusatorio eran criollos. Era típico. Fueron los criollos realistas atemorizados por Hidalgo, quienes rescataron Méjico para España.

La dirección de la revolución social pasó a José María Morelos, otro cura rural cuya carrera lo acercó a los campesinos. Después del grito de dolores, turbado por la censura eclesiástica a Hidalgo, le buscó y quedó convencido por sus argumentos. Fue comisionado para reunir tropas en la costa sur y llevar la revolución a Acapulco con el grado de teniente. A partir de 1810 creó un pequeño ejército, bien equipado y altamente disciplinado poniendo la mayor parte de la costa bajo su control. Tomó Oaxaca en 1812. No perdonaba la insubordinación, y prefería usar las hordas indias como fuerza de apoyo.

Morelos, apelaba a ampliar fuerzas sociales con una combinación de nacionalismo mejicano y de reformas esenciales. Fue el más nacionalista de todos los primeros revolucionarios, creía en la independencia del país, no usaba al Rey Fernando como máscara y habló francamente de independencia. Según el, los odiados españoles eran enemigos de la humanidad, habían esclavizado a su población nativa, malgastado sus riquezas y recursos y su objetivo básico era que ningún español pudiera permanecer en el gobierno de Méjico. A los criollos les dirigía otro argumento, la soberanía cuando faltan los reyes solo reside en la nación, toda nación es libre y está autorizada para formar la clase de gobierno que le convenga y no ser esclava de otro. El nacionalismo de Morelos se inspiró en la lucha militar, en la guerra de guerrillas. Evocó el espíritu de un ejército nacional, en la marcha hacia Valladolid, dirigió el siguiente manifiesto a sus tropas: “Los gachupines en todos los tiempos se han empeñado en abatir a los americanos hasta tenernos por brutos, incapaces de constitución y hasta las aguas del bautismo y, por consiguiente, inútiles a la iglesia y al estado; pero yo veo lo contrario: sobresalientes a los eclesiásticos, jueces, letrados, artesanos, agricultores, y lo que es del caso, militares. En el tiempo de tres años y medio, he palpado y todos lo han visto, que los americanos son militares por naturaleza, y se puede asegurar, sin engaño, que por lo menos en el ejército de mi mando, cualquier soldado veterano puede suplir a cátedra de general”.

El nacionalismo de Morelos, tenía un profundo contenido religioso. En Méjico, la vírgen de Guadalupe era un símbolo tanto religioso como nacional, demostraba que Dios tenía una particular predilección por Méjico y confirmaba un sentido de la identidad nacional. (En contrapartida en el alto Perú el motor de reacción fue el Inca) .Morelos veía a la independencia casi como una guerra santa en defensa de la ortodoxia religiosa contra los irreligiosos Borbones y los idólatras franceses. En Méjico, afirmó al obispo de Puebla: “Somos más religiosos que los europeos”, y manifestaba combatir por “la religión y la patria”, y que aquella era “nuestra santa revolución”. Tenía una particular visión sobre la igualdad de razas. A mulatos, indios y otras castas, denominaba americanos. Fue el primer intento en Méjico de abolir la distinción de castas y hacer de la identidad nacional la única prueba de la situación social de un hombre en la sociedad. Decretó la abolición del tributo indio y de la esclavitud, promovió la igualdad social, que las tierras deben ser para los que las trabajan, la redistribución de las propiedades pertenecientes a los ricos. En cualquier caso era un plan de devastación militar, no un programa social a largo plazo. Estas protestas surgidas y elaboradas en el interior del sector indio buscaron alianzas con criollos[5] pero no lograron compatibilizar intereses y no hubo apoyo unificado, fueron repetidas manifestaciones de descontento hacia los procedimientos de la economía colonial y su minoría blanca. La ocurrencia de este rechazo fue creando el antecedente de identificar a la protesta india como una reacción permanente en contra del grupo hispano.

La expresión culminante de este descontento afloró en 1780 con la rebelión de José Gabriel Tupac Amaru (1740-1781). Hubo poderosas razones culturales que explican el apoyo al líder indígena. Esta revuelta se originó en la provincia de Tinta y logró extenderse por veinticuatro provincias, desde el Cuzco hasta las fronteras de Tucumán. El impacto se debía a la invocación de mitos incaicos. La causa india estaba interiormente dividida, al menos 20 caciques, motivados en parte por rivalidades personales y tribales, mantuvieron a sus pueblos leales a la corona, y por consiguiente recibieron recompensas y pensiones. El más distinguido de estos caciques fue Mateo Pumacahua, descendiente de los incas y caciques de Chincheros, un hombre importante y con propiedades, que no solo combatió contra Tupac Amaru, sino que participó en la salvaje represión posterior. Permaneció con su pueblo leal a España durante los primeros años de la revolución americana e incluso sirvió en las expediciones de castigo al Alto Perú. A petición del virrey Abascal en 1811, Pumacahua y sus seguidores saquearon a la rebelde La Paz, atacaron despiadadamente a los indios de Sicasica, Cochabamba y Oruro, sembrando la devastación por donde pasaba. Pumacahua fue recompensado con más títulos y cargos, fue ascendido al cargo de brigadier y luego nombrado, aunque de manera temporal, presidente de la audiencia de Cuzco. Pero Pumacahua y sus seguidores parecen haber buscado el reconocimiento por parte del gobierno colonial de su soberanía sobre los indios de Perú, o al menos de un cierto grado de ella, para lograr mediante la pacífica forma, las reformas que Tupac Amaru intentaba mediante la revolución. Pero no recibieron nada a cambio de su lealtad. Los criollos estaban comprometidos con la estructura económica existente, que se basaba en el trabajo indio en las minas, haciendas y obrajes. Vacilaban en ponerse a la cabeza de un movimiento indio que quizá no pudieran controlar. El fracaso de las aspiraciones indígenas fortaleció su posición en relación con los españoles, puesto que esto era beneficioso para las autoridades coloniales porque servía como cooperación de criollos y de mestizos para la defensa. Pumacahua había roto con el gobierno colonial, se sentía utilizado. Los corregidores habían sido sustituidos por intendentes, y los repartimientos reaparecieron pronto. En 1811, las Cortes de Cádiz absolvieron el tributo indio, y en 1812 suprimieron la mita. Estas medidas fueron desoídas, puesto que la clase dominante dependía del trabajo indio. En 1814, las condiciones indias, eran poco mejores que en 1780. Los criollos habían alcanzado un nuevo nivel de enajenación, las reformas liberales, hechas por los españoles, con promesas de una mayor participación en la toma de decisiones, dieron un empuje al cambio de forma de pensamiento criollo, quienes pedían la aplicación de las reformas liberales y la aplicación de la constitución de 1812 y se tornaron en rebeldes necesitados de apoyo militar de criollos y mestizos. Buscaron a Pumacahua, le ofrecieron el primer lugar en un triunvirato que gobernaba la ciudad, puesto que tenía un ascendiente definido con los indios y el líder militar criollo, José Angulo, envió tres expediciones , una a Puno y La Paz, otra hacia Huamanga y Huancavélica y una tercera hacia Arequipa. En La Paz hubo un baño de sangre, la guarnición española fue masacrada y los indios y plebe cometieron pillaje. Juan Ramírez, realista, recupera La Paz y Puno, Pumacahua dirige el asalto contra Arequipa, toma la ciudad el 10 de noviembre. Pero era ahora un hombre condenado, pidió a Ramírez negociar y fue rechazado. Perseguido y finalmente entregado a las fuerzas realistas por cholos, fue ejecutado en Sicuani en Mayo de 1815. Razones de peso que provocaron diversas reacciones en el interior de la sociedad colonial (la división de la nobleza indígena entre aquéllos que combatieron la rebelión a favor de la Corona, como fue el caso del curaca Mateo García Pumacahua) y que también explicaban el temor creciente de la minoría blanca hacia las insurrecciones de indios o a toda sospecha de reactivación de la memoria indígena.

José Gabriel Tupac Amaru buscaba con su rebelión dos objetivos: la defensa de las condiciones de trabajo del indio y el reconocimiento de los legítimos derechos (fueros y privilegios) de la antigua nobleza incaica. No hay duda de que este movimiento tenía límites definidos, es decir, tanto el contenido de las demandas como el carácter de la identificación cultural, los mitos y los símbolos invocados sólo podían aglutinar al sector indígena. A este movimiento se le ha atribuido una "visión unificadora" que logró unir a las distintas castas, así como a pocos criollos, es decir, crear una alianza "anti-española”. Sea como fuere, lo cierto es que este movimiento produjo el clímax del temor blanco a la presencia indígena. Ello se advierte en la forma en que las autoridades virreinales, después de aplacar la rebelión, intentaron una vez más erradicar el mito del Inkarrí y toda traza de descendencia de la familia Tupac Amaru.

Las insurgencias de Tupac Catari de la etnia aymará tuvieron enorme importancia, pues se trato de un movimiento radical revolucionario, no se trataba esta vez de compartir el frente con criollos mestizos o negros, sino de instaurar un gobierno indio en reemplazo de la corona española. Existieron 4 claros focos claros de la insurrección en los territorios que hoy son Bolivia y Perú a saber:

a) Nov/1780 Cerca del Cusco , líder Tupac Amaru , norte de Perú hasta Jujuy

b) oct/ 1780 Zona de Chayanta N. de Potosí líder Tomas Catari.

c) feb/1781 Oruro (coalición de indios y criollos

d) feb/ 1781 La Paz líder Julián Apaza (Tupac Catari)

Hacia la segunda mitad del siglo XVIII tuvieron lugar en el virreinato de la Nueva España diversas revueltas, motines y sublevaciones de indígenas. Pero ninguna de estas formas de descontento logró tener la trascendencia y explosividad que caracterizó a la rebelión de José Gabriel Tupac Amaru, ni siquiera la revuelta de 1761 encabezada por Jacinto Canek en Yucatán que al igual que en la sublevación de los Andes, la incitación del sentimiento indígena en contra de los blancos fue el móvil principal de esta revuelta que logró infundir alarma entre los habitantes blancos de la apartada península. Las autoridades virreinales pusieron fin a esta insurrección por medio de sus métodos tradicionales de organizar expediciones militares seguidas por la ejecución pública y sádica del líder Canek. A pesar de la carga mítica y simbólica implicada en la sublevación (la destrucción del imperio español y la creación de un reino señoreado por indígenas[6]), ésta no creó un mito unificado que lograra extenderse fuera de los límites de la región. De hecho, las sublevaciones de Méjico tuvieron, como en este caso, la tendencia a ser protestas de alcance local o, a lo sumo, regional. Las revueltas y sublevaciones indígenas en ambos virreinatos fueron, hechos frecuentes que dan cuenta del grado de tensión en la sociedad de castas. Sin embargo, las repercusiones de estas movilizaciones tuvieron alcances diferentes. En Perú, la conmoción creada entre el grupo blanco por la violencia de la revuelta indígena de 1780 sentó el antecedente de intentar aniquilar el pasado y destruir los mitos y genealogía nativas. Para los criollos peruanos, ver a un indio de la nobleza incaica en el trono no era idea irrealizable. Existía la sospecha de que un inca hiciera uso de su derecho a ser soberano de su territorio, según la tesis de Bartolomé de las Casas. Este temor criollo también se manifiesta en el hecho de que el apoyo criollo en las revueltas de los Andes fue inexistente. Dicha presión indígena fue clave en determinar la falta de visualización y necesidad de

independencia por la parte criolla. Los blancos del Perú se inclinaron a la aceptación de la monarquía española que garantizaba la permanencia de sus privilegios, lejos de apoyar rebeliones indígenas triunfantes que significasen la predominancia india o la pérdida de sus propiedades, que, para los indios, equivaldría a la recuperación de la tierra conquistada. En Méjico, en cambio, ninguna revuelta usó el pasado para legitimar sus demandas. Las revueltas fueron esporádicas, sin un mito unificado y, por lo general, sin coherencia. En este tipo de insubordinaciones nativas apenas si hace falta mencionar que la necesidad de buscar apoyo criollo fue desapercibida.[7] Sin embargo, en el caso mexicano es otro tipo de tensión étnica, es decir, la rivalidad entre el grupo hispano de América y los peninsulares, la que determinó la necesidad de separarse políticamente de España. La guerra de independencia empezó como una reacción de indios, castas y criollos en contra de España. Había condiciones propicias para esta alianza: los indios estaban políticamente controlados, no tenían mitos unificados, y los criollos buscaban un pasado original que legitimara su predominancia y derechos exclusivos sobre América y sus antiguos habitantes. En suma, el antecedente de las revueltas indígenas y su simbología, cuya intensidad fue diferente en ambos virreinatos, así como la tensión entre el grupo criollo y el hispano, contribuyeron a que existieran diferentes estrategias acerca de cómo lograr la independencia política y la necesidad de delimitar una cultura exclusiva para Méjico y Perú.

Conclusión:

Perú y Méjico no transitaron caminos iguales hacia la independencia. Varias razones contaron para ello. En principio, la revuelta temprana de Tupac Amaru y la difusión intercontinental de la obra de Garcilaso; mientras que Méjico tuvo a su favor la relativa pacificación de la población nativa, su riqueza simbólica y legendaria, así como el hecho de que el grupo que podría lograr cierta unificación rivalizaba con los intereses peninsulares. Semejante divergencia de hechos demuestra, sin embargo, la importancia de la percepción popular en momentos de acción colectiva. La manipulación de símbolos no puede hacerse de manera arbitraria. En la explosiva situación de los Andes, fueron los indios mismos los que hicieron uso de su propio pasado con el fin de legitimar sus protestas y reivindicar sus derechos ancestrales. La presencia indígena y su memoria resistieron, como en este caso, a ser objeto de las interpretaciones no indias. El nacionalismo mejicano mostró una manera diferente de usar el pasado y sus símbolos. En este caso, como se ha visto, la memoria indígena recuperada fue sometida a un proceso de dignificación de carácter intelectual y religioso con el fin de convertirse en historia aceptable, independiente y orgullosa. Pero esta memoria, al adquirir un tono "respetable", quedó excluida, por otro lado, de la participación de sus legítimos intérpretes indígenas, de tal manera que la historia quedó desde entonces, abierta a todo tipo de interpretaciones y especulaciones.



[1] Taylor,William, Homicidio y rebelión en Méjico colonial ,F:C:E Méjico 1988

[2] O`Phelan Godoy,Scarlett, Un siglo de rebeliones anticoloniales, Perú y Bolivia 1700-1783, Cusco, 1988

[3] Mc Farlane Anthony Reforma e insurrección en Nueva Granada y Perú.

[4] Lynch, John, The Spanish American Revolutions 1808-1826, 2nd. Edition, W.Norton and Co., NY., 1986, p. 159.

[5] No todos respaldaron a Tupac Amaru, algunos lo cuestionaban , una gran parte de los indígenas no solo no estuvieron sino que se opusieron a Condorcanqui, Pumacahua yChoquehuanca fueron dos curacas que pelearon contra el para acceder a favores del rey Choquehuanca llego a ser alto funcionario de la corona en merito a su colaboración

[6] Florescano, Enrique, Memoria mexicana, Joaquín Mortíz, Méjico, 1987, p. 216.

[7] La situación es diferente al ocurrir la primera manifestación de insurrección, conocida como "Grito de Dolores", iniciada por el padre Miguel Hidalgo en septiembre de 1810. Como se sabe, esta inicial expresión popular no logró atraer el apoyo de los criollos. Lynch, J.

domingo, julio 27, 2008

HISTORIA DEL SINDICALISMO ARGENTINO


HISTORIA DEL SINDICALISMO ARGENTINO
DEMOCRATIZACION SINDICAL
La ley de asociaciones profesionales, como herramienta política
Para una efectiva defensa de los trabajadores el movimiento obrero argentino tiene que cumplir con dos acciones importantes: la democratización interna y la ruptura de la relación estrecha entre la central obrera con un partido político.
Las consecuencias del actual modelo son, sin duda, un achicamiento de los márgenes de acción de las bases sindicales y un alineamiento del movimiento obrero con las estrategias partidarias del justicialismo. Este alineamiento se mostró lo bastante firme como para permitir, durante el gobierno del justicialista Carlos Menem (1989-99), que los trabajadores toleraran la mas brutal caída de sus ingresos y condiciones de trabajo del periodo democrático[1], mientras la mayoría de los dirigentes sindicales se enriquecía.
Las acusaciones, de enriquecimiento rápido de los dirigentes gremiales, que en este caso apuntan contra Moyano, son un tiro por elevación contra el gobierno nacional y también un intento de los llamados “gordos” (los dirigentes ligados al menemismo en la década del 90, como Luis Barrionuevo, del gremio de los gastronómicos, Mariano West Ocampo, del sindicato de Sanidad y Armando Cavalieri, de Empleados de Comercio, entre otros) por recuperar el poder perdido y obtener una nueva herramienta de presión para mantener y obtener mayores prebendas por aparte del Estado.
Los “gordos” habían sido beneficiados por la política menemista. Como explica el economista Mario Rapoport , el gobierno de Menem recurrió a la distribución de incentivos para cooptar a los dirigentes. En momentos en que los quebrantos financieros afectaban a algunos sindicatos y obras sociales, puso en manos de dirigentes afines a Menem, el manejo de la ANSSAL, organismo recaudador de los fondos de obras sociales. En otros casos, distribuyó posiciones de poder entre dirigentes de gremios de la administración pública, asignándoles apreciables recursos para pagar indemnizaciones y retiros voluntarios. En las privatizaciones, incorporó a los dirigentes al proceso de negociación, como fue el caso de los Programas de Propiedad Participada, es decir, la participación que lograron algunos sindicatos en las empresas del Estado privatizadas en los años noventa, así logro que varios sindicatos desistieran de la confrontación, optaran por la colaboración y, a la vez, aseguraran su supervivencia como organización.
Parte de los beneficios que obtuvieron los sindicalistas por su apoyo al menemismo, fe la Ley 24070, por la cual el Estado argentino se hizo cargo de todas las deudas de los sindicatos y de las obras sociales contraídas en el periodo 1989-91, y la ley de reforma Laboral (Nº 25.013), que en la práctica es una brutal flexibilización laboral. Y una serie de decretos posteriores (supresión de la renovación automática de los convenios colectivos de trabajo y la habilitación para que las Pymes negocien sus convenios con las comisiones internas, lo que debilitaba la posición de los trabajadores, entre otros), que echaron por tierra los beneficios laborales sancionados por el propio peronismo en sus tres gobiernos anteriores.
Esto generó un movimiento obrero flexibilizado y, por otro lado, dirigentes gremiales enriquecidos, los mismos que cedían frente al poder: Jorge Triaca, del sindicato plástico; Naldo Brunelli, de metalúrgicos Oscar Lascano, de Luz y Fuerza, Julio Guillan de telefónicos, Diego Ibáñez y Antonio Cassia, de petroleros, Rodolfo Daer, de alimentación, más los mencionados Barrionuevo y Cavalieri, entre tantos otros.
El anclaje político entre justicialismo y movimiento obrero tiene más de 60 años. Comenzó en 1943, con la llegada de Juan Domingo Perón a la Secretaría de Trabajo y Previsión, tras un golpe de Estado de corte nacionalista. El movimiento obrero fue intervenido por el Estado; disuelta la CGT número 2, integrada por socialistas y comunistas, y cooptada la CGT número 1 liderada por las corrientes socialista y sindicalista. Este acuerdo fue posible gracias a la política implementada desde la Secretaría: una legislación laboral que incluía aumentos salariales, la firma de centenares de convenios colectivos de trabajo, indemnizaciones, aguinaldo, recorte de la jornada laboral, sanción del Estatuto del Peón- regulación de las relaciones entre patrones y trabajadores del campo entre otras medidas. Pero la norma fundamental sancionada por Perón desde la Secretaría de Trabajo y Previsión fue el decreto 23.852, promulgado en octubre de 1945, que reglamento el funcionamiento de las Asociaciones Profesionales, hasta la promulgación de la Ley 14250, de 1953.
El Estado incluyo así a los sindicatos en el ordenamiento legal, a cambio de su renuncia a una orientación clasista. A partir de allí, regulo su organización por rama de industria (un gremio por rama), mediante el otorgamiento de la personería gremial al sindicato que consideraba más representativo. El Estado se inhibió de intervenir las organizaciones obreras, pero les dio vía libre para que actuaran en política.
Pero la llave que garantizaba el control del movimiento obrero era la disposición de otorgar la personería gremial a un sindicato por rama. La existencia de otras organizaciones estaba permitida, pero estas no obtenían el reconocimiento legal para llevar adelante cualquier negociación ni llevar adelante medidas de fuerza. Estas cláusulas, más la represión a los sindicatos dominados por el comunismo y el socialismo, desplazó a los dirigentes de la izquierda tradicional. El proceso de alineación entre Estado y sindicatos se cristalizó durante la década de gobierno peronista (1945/55), durante la cual no sin tironeos y conflictos el gobierno fue “domesticando” a la CGT.
El momento más difícil para el sindicalismo peronista se produjo tras el golpe de Estado del 16 de septiembre de 1955: una severa represión contra el peronismo, intervención de los sindicatos, detenciones masivas y un nuevo régimen de Asociaciones Profesionales, mediante una serie de decretos firmados en 1956, fueron algunas de las medidas adoptadas para disciplinar al movimiento obrero. La nueva normativa prohibía expresamente la participación política de las entidades gremiales, preveía la formación de varias centrales obreras y el establecimiento de distintos sindicatos por rama de actividad, medidas que en la práctica disminuían el poder de negociación de las organizaciones obreras. El mapa quedó entonces dividido entre los “32 Gremios democráticos” avalados por la dictadura del general Pedro Eugenio Aramburu, las “62 Organizaciones” que nucleaban al peronismo, y el sector de “los 19”, una posición intermedia, integrada por una minoría comunista que luego formaría el Movimiento de Unidad y Coordinación Sindical.
Pero en 1958, tras el pacto entre Perón y Arturo Frondizi que posibilito el triunfo electoral de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), el nuevo gobierno sancionó una Ley De Asociaciones Profesionales, la Nº 14.455, del 27-8-58, que no solo reconocía a los sindicatos peronistas, sino que devolvía al movimiento obrero el marco diseñado entre 1943-1955. Los sindicatos peronistas tornaban así a controlar al movimiento obrero.
La década del 60 permitió la emergencia de un nuevo tipo de gremialismo, que poco a poco fue conocido como la “burocracia sindical”, por la falta absoluta de democracia interna(control de las Comisiones Internas y, sobre todo de las Comisiones directivas) y por su comportamiento pactista con los empresarios y el Estado. El arquetipo de esta dirigencia, que se reproduce hasta hoy, fue el sector conocido como “el vandorismo”, por su comportamiento ante la dictadura iniciada por el general Juan Carlos Onganía (1966/73) La complicidad de la CGT peronista con el golpe de Estado de 1966.
Esa complicidad no fue gratuita: los burócratas sindicales arrancaron a la dictadura el decreto ley 18160, de febrero de 1970, que estableció un aporte del 2% a cargo del empleador y del 1% sobre los salarios de los trabajadores, destinado a las obras sociales, luego reformado. Una multimillonaria masa de fondos paso así a ser administrada por la dirigencia sindical. Esa suma, según estimaciones extraoficiales, ronda actualmente los 5.000 millones de dólares anuales.
Naturalmente, a medida que el sindicalismo peronista se burocratizaba, la presión de los sectores más conscientes acabó en deserciones y rupturas, como la protagonizada por la CGT de los Argentinos y las experiencias de los sindicatos clasistas y democráticos mediterráneos (como el SITRAC y el SITRAM) que concluyeron en el Cordobazo y otras grandes presiones contra la dictadura.
El del tercer gobierno peronista (1973/76) fue el momento de mayor esplendor de la burocracias sindical argentina. Una nueva Ley de Asociaciones Profesionales, la Nº 20.615, de diciembre de 1973 fuertemente criticada por la oposición, como el senador radical Hipólito Solari Irigoyen permitió cerrar el círculo del monopolio peronista sobre las organizaciones gremiales. Entre otras cosas, concedía a la dirigencias sindicales la posibilidad de unirse a un partido político, que no estuvieran representadas las minorías y además un arma fundamental la intervención vertical de la CGT a las Federaciones de éstas a los gremios y de los sindicatos a las comisiones internas. Así se logro la eliminación de la oposición interna.
Esta legislación, sumada a la toma de sindicatos a punta de ametralladora y la posterior represión durante la ultima dictadura militar (1976-83), eliminaron definitivamente cualquier intento de democratización del movimiento obrero.
Durante la última dictadura militar, uno de los pocos sectores que intento (aunque tibiamente) un plan de lucha fue el movimiento obrero organizado. Aun intervenido y dividido, en 1979 inicio la convocatoria de huelgas generales que desembocaron en la populosa marcha del 30 de marzo de 1982. La CGT-Brasil, liderada por el líder cervecero, Saul Ubaldini, encabezó esas luchas, mientras el sector “dialoguista” – la CGT – Azopardo, comandada por Jorge Triaca, no rompía relaciones con la dictadura.
Pero con la instauración democrática, en 1983, los viejos vicios del sindicalismo afloraron nuevamente. Apenas llegado al gobierno, Raúl Alfonsín. El primer líder político que derrotó al peronismo en elecciones libres. Entendió que no había democracia posible si, entre otras cosas, no se iniciaba un profundo proceso de cambio al interior del movimiento obrero sindicalizado. Para ello, designó al dirigente gráfico Antonio Muccim ministro de trabajo y Seguridad Social, con el objetivo de lograr un reordenamiento sindical. El correspondiente proyecto de ley, conocido como “Ley Mucci”, fue un intento de terminar con la situación. En una de sus pautas más trascendentes, la propuesta establece la participación de las minorías en los gremios: cualquier fracción que lograra un 25% de los votos tendría representación en la conducción. Fija, además, el voto directo, obligatorio y secreto y, según su artículo 41, no se requerirá, por esa única vez, antigüedad sindical para ser candidato en todas las elecciones previstas, al tiempo que determina la duración máxima del mandato en tres años con una sola posibilidad de reelección inmediata.[2] La “Ley Mucci” no preveía la desestructuración del sindicato único por rama, sino simplemente una mayor y mejor representatividad de las organizaciones, pero fue duramente combatida por las dos CGT peronistas, que encontraron en el proyecto la excusa ideal para volver a unificarse e iniciar un plan de alerta y movilización, apoyado por el peronismo. El 14-3-1984, en sesión ordinaria, el Senado rechazo la Ley por la diferencia de dos votos -24 a 22- y días después Mucci se vio obligado a renunciar. La CGT comenzó un plan de hostigamiento al gobierno radical, que incluyó 14 huelgas generales entre 1985 y 1989. Esta dureza no se verifico durante el gobierno peronista posterior, durante el cual se produjo la mayor regresión del ingreso y pauperización de los sectores del trabajo y la desnacionalización de la industria.
En 1988 el gobierno radical, vencido, sancionó una Ley de Asociaciones Profesionales (23.551) que reguló los sindicatos a medida de los dirigentes peronistas
La década menemista originó luego una nueva fractura dentro de la CGT, el Movimiento de los Trabajadores Argentinos (MTA) y sobre todo de una central sindical, la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA), que actualmente tiene ya 15 años de existencia y no ha conseguido de ningún gobierno, incluyendo al actual, el reconocimiento de su personería gremial. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) reclama anualmente a Argentina por la apertura de un proceso de democratización.
La Central de los trabajadores Argentinos (CTA) y el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), presentaron en 2004 una denuncia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDIDH), en el sentido de que la legislación argentina viola los derechos humanos en lo correspondiente a los artículos de libertad sindical.[3]
Los argumentos son contundentes, si bien en Argentina se admite la coexistencia de varias asociaciones sindicales con ámbitos de actuación espacial y personal superpuestos, solo la más representativa puede acceder a la personería gremial y solo se otorga personería gremial a un sindicato de empresa, cuando no obrare en la zona de actuación y en la actividad o en la categoría una asociación de primer grado o unión. Los representantes de las asociaciones sindicales con personería gremial poseen protección especial frente a despidos, suspensiones y/o modificaciones de las condiciones de trabajo. Los representantes de los sindicatos simplemente inscriptos carecen de toda protección legal.
Las asociaciones sindicales simplemente inscriptas tienen vedada la representación de los intereses colectivos de sus afiliados cuando existiere en la misma actividad o categoría una asociación sindical con personería gremial. Las asociaciones con personería gremial tienen derecho a que los empleadores actúen como agentes de retención de los importes que, en concepto de cuotas de afiliación y otros aportes, deben tributar los trabajadores a las asociaciones. Los sindicatos simplemente inscriptos no poseen este derecho. Las asociaciones simplemente inscritas no pueden disputar la condición más representativa a la asociación que posee personería gremial. Para ello, deben demostrar que poseen una cantidad de afiliados “considerablemente superior” durante un periodo mínimo y continuado de seis meses anteriores a la solicitud. Por eso, la regulación de la actividad sindical en Argentina es indudablemente violatoria de los derechos a asociarse libremente con fines laborales, a la libertad sindical y a la huelga, a un trato igualitario, y a un recurso judicial efectivo.
El documento del CELS asegura que el estado de desprotección en que se encuentran los representantes de los sindicatos meramente inscriptos constituye una grave violación al derecho a la libertad sindical. En efecto es irrazonable suponer que una asociación sindical puede subsistir y desarrollar su plan de acción si sus representantes carecen de un mínimo grado de protección frente a posibles represalias de sus empleadores. La ley 23.551 otorga esta protección únicamente a los representantes, estableciendo como única sanción la indemnización por despido prevista en el régimen general.
Existen en el país más de 3.000 sindicatos y 85 federaciones. De este conjunto solamente 11 entidades cuentan con más de 100.000 afiliados, y 15 entre 50.000 y 1000.000 afiliados. Sin embargo aproximadamente 1.000 entidades tienen entre 100 y 499 afiliados. 1.792 sindicatos carecen de personería gremial, es decir, son simplemente inscriptos (frente a 1.357 sindicatos que poseen personería). Por ende, la sola razón de pertenecer a estas organizaciones se convierte en un criterio de discriminación ilegitimo ya que sus integrantes no pueden acceder a la protección que la ley otorga, con exclusividad, a las asociaciones dotadas de personería gremial y 93 solicitudes de inscripción en trámite, prueban la necesidad de constituir nuevos colectivos sindicales.
Uno de los argumentos más utilizados contra la democratización sindical y la libertad de asociación es que el modelo de sindicato por rama fortalece la posición de los trabajadores respecto de las patronales en una negociación. Este argumento es sólido, ya que una simple comisión interna siempre esta en desventaja frente a una empresa con mayor poder Además, se trata de un principio adquirido y de una bandera defendida por los mismos sindicatos. Sin embargo, la experiencia de la década de los 90 prueba que muchas veces esa centralización y monopolización acaba por convertir a los trabajadores en rehenes de sus dirigentes. En la mayoría de los países europeos hay más de una central sindical y todos, en mayor o menor medida, favorecen la libertad de asociación y la democratización interna.
Una nueva Ley de Asociaciones Profesionales que regule las prácticas internas, que favorezca la democratización interna y éste en congruencia con la modernización que los trabajadores necesitan para una mejor defensa de los beneficios sociales conseguidos y del dramático avance en el proceso de explotación por parte de los dueños de los medios de producción, es una de las grandes deudas pendientes de la democracia argentina.
Ricardo González Saavedra


[1]Durante los cinco años del menemismo, la tasa de desocupación creció del 6% al 16,6 %.Además el 30 % mas pobre pasó de percibir el 9,5 % del ingreso al 8,3 ; mientras que el 10 % más rico paso del 35 % al 37,3 % y la participación de los trabajadores en el ingreso se redujo del 36% al 22 % según los datos suministrados por el INDEC
[2] Santiago Senén González y Fabian Bosoer , La trama gremial 1983-1989. Corregidor .Bs As,1993
[3] Denuncia del CELS y la CTA ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, 5/3/04:, www.cta.org.ar

martes, marzo 25, 2008

LA SEGUNDA FUNDACION DE BOLIVIA

Por: Eduardo Galeano


El 22 de enero del año 2002, Evo fue expulsado del Paraíso.O sea: el diputado Morales fue echado del Parlamento.El 22 de enero del año 2006, en ese mismo lugar de pomposo aspecto, Evo Morales fue consagrado presidente de Bolivia.O sea: Bolivia empieza a enterarse de que es un país de mayoría indígena,cuando la expulsión de un diputado indio era más raro que perro verde.Cuatro años después, son muchos los legisladores que mascan coca, milenaria costumbre que estaba prohibida en el sagrado recinto parlamentario.*** Mucho antes de la expulsión de Evo, ya los suyos, los indígenas, habían sido expulsados de la nación oficial. No eran hijos de Bolivia: eran no más que su mano de obra. Hasta hace poco más de medio siglo, los indios no podían votar ni caminar por las veredas de las ciudades.Con toda razón, Evo ha dicho, en su primer discurso presidencial, que los indios no fueron invitados en 1825 a la fundación de Bolivia.
Ésa es también la historia de toda América, incluyendo a los Estados Unidos. Nuestras naciones nacieron mentidas. La independencia de los países americanos fue desde el principio usurpada por una muy minoritaria minoría. Todas las primeras Constituciones, sin excepción, dejaron afuera a las mujeres, a los indios, a los negros y a los pobres en general.
La elección de Evo Morales es, al menos en este sentido, equivalente a la elección de Michelle Bachelet. Evo y Eva. Por primera vez un indígena presidente en Bolivia, por primera vez una mujer presidente en Chile. Y lo mismo se podría decir del Brasil, donde por primera vez es negro el ministro de Cultura. ¿Acaso no tiene raíces africanas la cultura que ha salvado al Brasil de la tristeza?En estas tierras, enfermas de racismo y de machismo, no faltará quien crea que todo esto es un escándalo.Escandaloso es que no haya ocurrido antes.Cae la máscara, la cara asoma, y la tormenta arrecia.
El único lenguaje digno de fe es el nacido de la necesidad de decir. El más grave defecto de Evo consiste en que la gente le cree, porque trasmite autenticidad hasta cuando hablando castellano, que no es su lengua de origen, comete algún errorcito. Lo acusan de ignorancia los doctores que ejercen la maestría de ser ecos de voces ajenas. Los vendedores de promesas lo acusan de demagogia. Lo acusan de caudillismo los que en América impusieron un Dios único, un rey único y una verdad única. Y tiemblan de pánico los asesinos de indios, temerosos de que sus víctimas sean como ellos.*** Bolivia parecía ser no más que el seudónimo de los que en Bolivia mandaban, y que la exprimían mientras cantaban el himno. Y la humillación de los indios, hecha costumbre, parecía un destino.
Pero en los últimos tiempos, meses, años, este país vivía en perpetuo estado de insurrección popular. Ese proceso de continuos alzamientos, que dejó un reguero de muertos, culminó con la guerra del gas, pero venía de antes. Venía de antes y siguió después, hasta la elección de Evo contra viento y marea.Con el gas boliviano se estaba repitiendo una antigua historia de tesoros robados a lo largo de más de cuatro siglos, desde mediados del siglo dieciséis:la plata de Potosí dejó una montaña vacía,el salitre de la costa del Pacífico dejó un mapa sin mar,el estaño de Oruro dejó una multitud de viudas.Eso, y sólo eso, dejaron. Las puebladas de estos últimos años fueron acribilladas a balazos, pero evitaron que el gas se evaporara en manos ajenas,desprivatizaron el agua en Cochabamba y La Paz,voltearon gobiernos gobernados desde afuera,y dijeron no al impuesto al salario y a otras sabias órdenes del Fondo Monetario Internacional.
Desde el punto de vista de los medios civilizados de comunicación, esas explosiones de dignidad popular fueron actos de barbarie. Mil veces lo he visto, leído y escuchado: Bolivia es un país incomprensible, ingobernable, intratable, inviable. Los periodistas que lo dicen y lo repiten se equivocan de in: deberían confesar que Bolivia es, para ellos, un país invisible. Nada tiene de raro. Esa ceguera no es solamente una mala costumbre de extranjeros arrogantes. Bolivia nació ciega de sí, porque el racismo echa telarañas en los ojos, y por cierto que no faltan los bolivianos que prefieren verse con los ojos que los desprecian.
Pero por algo será que la bandera indígena de los Andes rinde homenaje a la diversidad del mundo. Según la tradición, es una bandera nacida del encuentro del arco iris hembra con el arco iris macho. Y este arco iris de la tierra, que en lengua nativa se llama tejido de la sangre que flamea, tiene más colores que el arco iris del cielo.


domingo, febrero 17, 2008

LA ORGANIZACION DEL ESTADO ARGENTINO



LA ORGANIZACIÓN DEL ESTADO
Introducción.-
En la segunda mitad del siglo XIX, Europa se encamino decididamente hacia la modernidad, el desarrollo de la industria fue decisivo para el crecimiento económico y los avances científicos aplicados a la producción, se convirtieron en grandes innovaciones técnicas que impulsaron el comercio y las comunicaciones con una dimensión internacional nunca conocida hasta entonces. Nacía el capitalismo entendido como una producción masiva de mercancías destinadas a la venta, un sistema que era expansivo y con tendencia a la internacionalización en búsqueda de nuevos mercados y fuentes de materias primas hacia donde exportaba el propio modelo económico.
En ese contexto mundial, y terminada la influencia de Juan Manuel de rosas, pensadores argentinos se avocaron a la no fácil empresa de organización del estado Argentino. Conocedores de la situación económico-política de Europa y estados Unidos y con la seguridad del advenimiento del capitalismo en Sudamérica , Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento, entre otros, aportaron con sus proyectos a la organización del estado argentino.
La empresa no fue tarea fácil para estos pensadores, de extracción social y formación académica distinta, quienes concibieron proyectos con divergencias mas o menos profundas en torno a los problemas que se les presentaban: En lo político, la forma que adoptaría la republica, la interpretación de la soberanía del pueblo, la instauración de la autoridad sin el deterioro de la igualdad y el ejercicio pleno de las libertades. En lo social: la educación , el poblamiento y en economía; la inserción de la Argentina en el mercado mundial
Desarrollo.-
Alberdi y Sarmiento[1] pertenecen a la genereración del 37, cuya denominación identifica a un movimiento intelectual de jóvenes universitarios que, en 1837, fundó en Buenos Aires el Salón Literario para debatir temas culturales y teorías sociales, políticas y filosóficas de autores europeos de diferentes tendencias ideológicas. En la clandestinidad y orientada por Esteban Echeverría, Juan Bautista Alberdi y Juan María Gutiérrez, se organizó, en 1838, la Asociación de la Joven Generación Argentina , cuya pretensión era recuperar la tradición liberal de la Revolución de Mayo, alentar el progreso material y superar la polarización entre federales y unitarios, para lo cual debían influir sobre la clase dirigente y asesorarla ideológicamente. Consideraban a la democracia representativa como un objetivo a largo plazo y cuestionaban el sufragio universal adoptado por Buenos Aires, en 1821, por las consecuencias políticas que tuvo su aplicación y porque creían que era inadecuado para la realidad social de la Argentina de entonces, cuyas características se preocuparon por comprender y explicar.
La organización, proyectos, que hacer?
Las condiciones conflictivas en las que se encontraba la incipiente republica, exigía , analizar y resolver varios problemas, uno de los mas importantes se planteaba en lo político, Crear las condiciones de legitimidad que garantizaran el orden republicano, venciendo la contradicción entre igualdad y libertad, la población del territorio, la educación y los transportes como medio del progreso, se constituían como problemas no menores a resolver.
La organización del estado, caído Rosas, abre la posibilidad a un abanico de proyectos alternativos, entre los que se contaban:
El proyecto de Félix Frías como alternativa reaccionaria, que no es tomada en cuenta por su carácter esencialmente religioso.
La alternativa revolucionaria, que tiene menos aceptación aun que la anterior, por su origen en las revoluciones sociales francesas y el litigio de facciones y lucha de clases.
El proyecto de una sociedad ordenada conforme a razón de Mariano Fragueiro, quien reconoce el orden que Rosas logro en las provincias rioplatenses, lo mismo que años antes había expresado Alberdi. Este autor, luego de la caída de Rosas, compuso su libro “Cuestiones Argentinas”, en el que propone ideas que reiteran las de su obra “Organización del Crédito”, esta obra esta marcada por un elevado eclecticismo y algunos intelectuales sostienen que tiene gran similitud con las Bases de Alberdi.
Los proyectos de Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento.
Sarmiento Abogo por la construcción de una sociedad donde imperasen con la misma fuerza la igualdad y la libertad, promoviendo un “trasplante institucional”.[2]
En que consistía ese trasplante? Sarmiento tenía el convencimiento de lo imprescindible que era instaurar en este vasto territorio desértico, una nueva sociedad y un régimen político diferente que partía del diagnostico del fracaso de las experiencias democráticas y la aparición del caudillismo que tenía raíces históricas antiguas.
Por tal motivo proponía la inmigración portadora de valores y prácticas renovadoras que encontrara en este país el beneficio de redistribución social. Esa seria la primera etapa del trasplante.
Las ideas de renovación y de redistribución, son un paradigma a seguir que Sarmiento obtiene de la visión norteamericana, que implicaba una comunidad de iguales, haciendo uso de sus libertades e integrada políticamente. Para ello apeló consecuentemente a extender a los extranjeros el ejercicio pleno de las libertades civiles y políticas. Desde su óptica, nativos e inmigrantes conformaban una nueva ciudadanía fomentada por la práctica de sus derechos y el reconocimiento de sus obligaciones. Estimulada por una educación cívica que alejada del mundo bárbaro del Facundo, encontraba su espacio político en un municipalismo reformulado y considerado como la célula básica del Estado. Este ejercicio cotidiano de la ciudadanía nutría su concepción de una soberanía que se proyectaba en el marco de la república moderna: “...La igualdad de derechos en la cosa pública es la condición esencial de esta asociación; y el ejercicio absoluto del derecho de gobernarse a sí misma, que es asegurar sus vidas, propiedades y propender a su mayor felicidad se llama soberanía...”[3]
Para que esta soberanía se hiciera posible, sugirió la modificación del sistema de representación. La representación debía dejar de ser asumida por los estados y ser una practica del pueblo, era éste el que elegía a sus legisladores y a los miembros del Ejecutivo en un sistema republicano y democrático. Sarmiento aceptaba la soberanía de la mayoría y proponía una rearticulación diferente del Estado nacional y las provincias. El Sanjuanino tenia el convencimiento de que el modelo estadounidense, aplicado a la realidad Argentina no podía fracasar, en función de su probado éxito en el país del Norte.
La visión de Alberdi era diferente, la barbarie que había azotado al Río de la Plata era, en su opinión, resultado de la revolución misma y contenía un fuerte resabio de las condiciones políticas del Antiguo Régimen: En sus Bases y punto de partida para la organización política de la republica Argentina, proponía la alternativa del autoritarismo progresista concebía la necesidad de una institucionalización que combine rigor político con desarrollo económico. Sostenía que la creación de una sociedad más compleja debía ser el punto de llegada de un proceso de creación de una nueva economía, cuya dirección debía estar a cargo de una elite política y económica que, había alcanzado prosperidad y disciplina durante el gobierno de Rosas,. Sin embargo, esta clase propietaria debería aceptar la guía de una elite letrada , sin promover elementos redistributivos de ninguna clase. Para llevar adelante esa tarea , Alberdi define: LA REPUBLICA POSIBLE que proponía para Sudamérica monarquías que pudiesen pasar por republicas, garantizando la autoridad central. Para este fin, sugería la limitación concreta de los derechos políticos y una gran flexibilidad de los derechos civiles, atrayendo de este modo a capitalistas e inmigrantes. También valora la instrucción, pero se niega a un exceso de educación formal porque esto podía atentar contra la necesaria disciplina de los pobres.
Las Bases de Alberdi son proyecto de un país nuevo que, si pasaba las etapas diseñadas, podría de “República Posible” pasar a ser una “República Verdadera”, una república ya con derechos políticos y civiles plenos.
Frente a esta propuesta, la de Sarmiento, coloca como requisito para el progreso económico el cambio sociocultural. Alberdi proponía el modelo europeo, en cambio, Sarmiento proponía a los Estados Unidos como un modelo alternativo y exitoso, que había conseguido resolver el problema característico del siglo XIX; la conciliación de la libertad con la igualdad, demostrando que la pobreza podría ser soslayada en el camino al desarrollo económico, Sarmiento presentaba una sociedad fundada sobre la integración del mercado nacional, en la cual la comunicación escrita adquiría un papel decisivo, lo cual le permitía asignar a la alfabetización un papel fundamental.
La adopción del ejemplo norteamericano condujo a Sarmiento a tomar distancias respecto de Alberdi. Desestimando hacer mayores precisiones sobre los requisitos políticos que no se había preocupado de evaluar en su propia observación sobre la sociedad americana, . Era en este escenario en el que Sarmiento estaba pensando al elaborar su propia carta de presentación como político con sus Recuerdos de provincia. Frente a Alberdi, quien había proclamado que la Argentina sería transformada por la fuerza ciega del capitalismo, por lo cual la clase letrada debía limitarse a una obediente subordinación a los sectores propietarios encumbrados en los años del rosismo, para luego disponerse a morir, Sarmiento reservaba un papel dirigente a lo largo de todo el proceso de cambio socioeconómico a una clase letrada que debería desempeñar una conducción política atenta a la evolución de las alianzas e intereses en el terreno nacional e internacional. Por ese motivo, no intentaba definir, como en el caso de Alberdi, un programa explícito y asumía en cambio a la nueva política como una aventura individual, en la que ningún medio debía ser descartado de antemano para alcanzar el único resultado aceptable: el encumbramiento personal.
Para Alberdi: la tesis del trasplante de Sarmiento no era viable. Los nuevos cambios sociales y políticos, no podían ignorar el arraigo de la tradición colonial y la presencia y la capacidad de maniobra de los actores preexistentes, ante los cuales incluso perdía autonomía el grupo intelectual. Por otra parte, descreía de la primacía de la igualdad como garante necesario en el camino hacia la democracia y la época de Rosas operaba como la natural verificación de tal recelo. En esta dirección también se distanció del sanjuanino, porque concebía a las mayorías como estigmatizadas por una anomalía esencial: ellas eran soberanas pero incapaces de entender y manejar su soberanía. La soberanía del número debía ser reemplazada por la de la razón. Una razón que, sin ignorar la igualdad del género humano, se asentaba en una visión diferencial de las capacidades, méritos o talento de los individuos y que él reconocía como atributo exclusivo de una minoría.
Para evitar tal distorsión sugirió un usufructo desigual de las condiciones de la libertad. Si bien el conjunto de individuos debía gozar plenamente y sin retaceos de sus libertades civiles, las libertades políticas debían restringirse al estrecho circulo de los portadores de razón. No obstante, era posible gradualmente ir ampliando el círculo de capacidades a través de la educación y el trabajo. La conclusión lógica de tal razonamiento era que el verdadero gobierno del pueblo sólo podía alcanzarse luego de una etapa previa de acción tutelar.
La única vía era afirmar el orden, afianzar la autoridad, o sea, el poder que era sinónimo de libertad. La prioridad se trasladó entonces a la forma que adoptaba el gobierno. La propuesta alberdiana no era solo lograr un poder Ejecutivo fuerte, había también que cambiar las relaciones entre las oligarquías provinciales, a las que debería, ese poder Ejecutivo, subordinar absolutamente.
Un punto de partida.- la inmigración
La población tan escasa en el inmenso territorio argentino era un gran escollo que se debía vencer “¿Cómo – se pregunta Alberdi-, en qué forma vendrá en lo futuro el espíritu vivificante de la civilización europea a nuestro suelo? Como vino en todas las épocas: la Europa nos traerá su espíritu nuevo, sus hábitos de industria, sus prácticas de civilización, en las inmigraciones que nos envíe... ¿Queremos plantar y aclimatar en América la libertad inglesa, la cultura francesa, la laboriosidad del hombre de Europa y los Estados Unidos? Traigamos pedazos vivos de ellas en las costumbres de sus habitantes y radiquémoslas aquí”[4]
“América no está bien; está desierta, solitaria, pobre. Pide población, prosperidad. ¿De dónde le vendrá esto en lo futuro? Del mismo origen de que vino antes de ahora: de Europa.” [5]
La población como agente cultural de cambio, era de gran interés para Juan B Alberdi aunque se refería con desdén particular a la procedencia hispánica de los habitantes de Sudamérica, elogiaba el origen europeo de la elite a la que pertenecía
Sarmiento a su vez escribía:
El elemento principal de orden y moralización que la República Argentina cuenta hoy, es la inmigración europea. El día, pues, que un gobierno nuevo dirija a objetos de utilidad nacional, los millones que hoy se gastan en hacer guerras , la inmigración industriosa de la Europa se dirigirá en masa al Río de la Plata; el Nuevo Gobierno se encargará de distribuirla por las provincias y terrenos feraces les serán adjudicados, y en diez años quedarán todas las márgenes de los ríos, cubiertas de ciudades, y la República doblará su población con vecinos activos, morales e industriosos. Estas no son quimeras, pues basta quererlo y que haya un gobierno menos brutal que el presente para conseguirlo.[6]
La Constitución de 1853, inspirada en la máxima de Alberdi «Gobernar es poblar», presenta a la Argentina como una nación abierta «a todos los hombres del mundo que quieran habitarla». Allí se reflejaba el espíritu de los proyectos que se venían elaborando a medida que se transformaba el país.
En Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, Alberdi le otorgaba a la inmigración un protagonismo civilizador.
Asimismo, el proyecto concebido por Sarmiento resalta la idea de que la inmigración es sinónimo de colonización. La pujanza de estos idearios, sustentó la política de colonización que prevaleció en las décadas de 1860 y 1870, especialmente en las provincias del Litoral. En 1876, por iniciativa del Presidente Avellaneda, la ley de Inmigración y Colonización N°817, recoge el conjunto de los conceptos de Alberdi y Sarmiento convirtiéndose en la primera reglamentación nacional referida a la cuestión de la inmigración.
La educacion
Alberdi sostenía que la mejor educación a la que se podía aspirar y que estaba sujeta a la realidad del momento era la educación por las cosas, la educación por imitación que el sudamericano debía obtener del europeo educado en la industria
“No pretendo que deba negarse al pueblo la instrucción primaria, sino que es un medio impotente de mejoramiento comparado con otros, que se han desatendido”.[7]
La instrucción, para ser fecunda, debía según Alberdi ser practica de conocimientos de utilidad inmediata que cubra las necesidades de la industria. Asimismo excluía al clero de la enseñanza universitaria indicando que su misión era la de educar en la religión y no instruir en las cosas practicas e industriales.
“El idioma inglés, como idioma de la libertad, de la industria y del orden, debe ser aun más obligatorio que el latín . Nuestra juventud debe ser educada en la vida industrial . El tipo de nuestro hombre sudamericano debe ser el hombre formado para vencer al grande y agobiante enemigo de nuestro progreso: el desierto, el atraso material, la naturaleza bruta y primitiva de nuestro continente”.[8]
Sarmiento, por su parte, ya había publicado su tercer gran libro “Viajes”, en el cual indica que a pesar del deslumbramiento que le provocaron Francia y las Universidades alemanas, fue en los Estados Unidos de América donde encontró la llave de la modernidad que deseaba para la Argentina, la misma que se basaba en la educación común a cargo del Estado, es decir, una escuela primaria que ponga a disposición del hombre los instrumentos del saber, para entregarlo luego a la Escuela Superior que lo inicie en los conocimientos indispensable en la vida civilizada. Mas tarde, la Escuela de Artes y Oficios podría recibir en su seno al hombre que desde la infancia hasta la pubertad, pasando por las diversas preparaciones, para entrar en la vida hasta que dotada su inteligencia de la capacidad de discurrir con acierto y sus manos de un arte para producir riquezas, llegue a la edad adulta, al desempeño de los deberes que la sociedad le impone y que las lectura, los diarios, la vida publica, los espectáculos, etc, sean su continuo aprendizaje.
Los transportes
[...]“Al nuevo régimen le toca invertir el sistema colonial, y sacar al interior de su antigua clausura”[9] , mediante un sistema de vías de transporte grande y liberal, que los ponga al alcance de la acción civilizadora de Europa.
Los grandes medios de introducir Europa en los países interiores [.1 para obrar un cambio portentoso en pocos años, son el ferrocarril, la libre navegación interior y la libertad comercial.”[10]
CARTAS QUILLOTANAS
Sarmiento fue jurista. escribió los opúsculos “Comentarios de la Constitución” y “Examen crítico” del Proyecto de Alberdi, publicados en septiembre y diciembre de 1853, "obras singulares en que se mezclan extrañamente el humor obcecado y la lucidez intelectual de Sarmiento que se proponía probar que era capaz de escribir una obra de doctrina jurídica, sin que para ello le hubiera sido necesario pasar por universidades y poseer títulos universitarios. Las Cartas quillotanas de Alberdi y la respuesta a éstas, Las ciento y una de Sarmiento, con el agregado de la réplica alberdiana de Complicidad de la prensa en las guerras civiles de la Argentina, constituyen una de las polémicas centrales de la historia Argentina. y los dos intelectuales proyectan sobre Urquiza la forma correcta en que, ahora, las cosas deben hacerse. Tanto empeño en combatir al malo, infame Rosas, que llegado el momento no es admisible el error, la vacilación. Los dos están nuevamente en Chile pero por razones distintas. Sarmiento se había incorporado al Ejército Grande que combatió a Rosas al mando de Urquiza, pero no como el conductor que hubiese querido sino como el “boletinero”, lugar subalterno al que lo asigna Urquiza para “aprovechar” sus dotes de periodista. Tras la derrota del hombre fuerte de Buenos Aires, Sarmiento continúa sin encontrar el lugar que, estima, tantos años de escritura política y combate le habilitan. Vuelve a Chile, escenario de su exilio, y reanuda el rol de opositor, esta vez a Urquiza. El caso de Alberdi es inverso: discreto, sin moverse de Chile, escribe las Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, cuyo prefacio fecha en Valparaíso el 1 de mayo de 1852, y hace circular su obra de tal modo que llegue a manos de Urquiza. las Bases fueron la fuente privilegiada de los constituyentes que meses después redactaron la constitución. la coyuntura movilizó, en pocos meses, a estas dos mentes brillantes en un frenesí intelectual. Los ataques públicos y privados derivan en la primera “carta Quillotana” de Alberdi dirigida a Sarmiento.
Conclusión

Para Alberdi como para Sarmiento, la paz , la población, la industrialización los medios de comunicación , la educación y una constitución que reglamente la conducta social y política eran fundamentales para el desarrollo del país.
Las ideas de Alberdi , de Sarmiento y de otros intelectuales contemporáneos sobre las perspectivas de desarrollo futuro de la Argentina, vinculadas a las condiciones favorables que abría el avance del capitalismo industrial en Europa, influyeron sobre las elites dirigentes argentinas. Expresaban, a la vez, las aspiraciones de esos sectores para superar las limitaciones de su expansión. La mayoría de esas ideas o proyectos fueron llevados a la práctica en las décadas que siguieron a la caída de Rosas. Fueron motivo, también, de intensas polémicas entre sus mentores.


[1] Aunque Sarmiento pertenece a la generación de 1837, no pertenecía al grupo que integraba Alberdi
[2] Halperin Donghi, Tulio, Proyecto y construcción de una nación (Argentina 1846-1880), Ayacucho, Caracas, 1980, pag. XI y ss; Botana, Natalio. La tradición republicana, Sudamericana, Buenos Aires, 1984,pág. 263 y ss
[3] Domingo Faustino Sarmiento, Viajes, Ed. Librería Hachette, Bs. As. 1958
[4] Juan Bautista Alberdi, Bases y punto de partida para la organización política de la Republica Argentina,3ra edición.,Buenos Aires, Estrada, 1949,Cap X, p.46.Citado en: Natalio R. Botana, El Orden Conservador, Buenos Aires, Hyspamerica Ediciones, 1985, Cap. II. P.45.
[5] Juan Bautista Alberdi ,Bases y punto de partida para la organización política de la Republica Argentina, 4ta. Edición, Buenos Aires, Plus Ultra 1981, p.83
[6] El escrito es parte de “viajes editado en 1847, cuando Rosas aun gobernaba.
[7] Juan Bautista Alberdi, Bases....Cap. XIII, p.76.
[8] Juan Bautista Alberdi, Bases....Cap. XIII, p.77
[9] Juan Bautista Alberdi, Las Bases... Cap. XV p. 96
[10] Juan Bautista Alberdi, Las Bases idem ...