lunes, junio 22, 2009

REVOLUCIONES EN EL SIGLO XX

Ensayo comparativo de los procesos revolucionarios de: Bolivia, Cuba, Chile y Nicaragua

Durante el siglo XX se registraron cuatro grandes revoluciones sociales en América Latina: México en 1910, Bolivia en 1952, Cuba en 1959 y Nicaragua en 1979. La comparación de estos acontecimientos históricos con rebeliones recientes permite rescatar la importancia que tienen.
La revolución boliviana fue un alzamiento popular liderado por batallones sindicales de los mineros, que sepultaron la dominación tradicional de la oligarquía. El MNR liderado por Víctor Paz Estensoro nacionalizó el estaño, lanzó la reforma agraria logrando la adhesión campesina e introdujo el sufragio universal. Pero así también reconstruyó al poco tiempo el estado al servicio de las clases dominantes, mediante un giro derechista negociado con el FMI.
En cambio la revolución cubana no se detuvo en la implantación de reformas. Respondió a las agresiones norteamericanas con un rápido proceso de nacionalizaciones y transformaciones anticapitalistas. Esta revolución transformó el escenario regional al asumir un carácter socialista y demostrar la factibilidad de este curso en América Latina.
La revolución nicaragüense pareció seguir este nuevo rumbo. Pero bajo el acoso permanente de bandas financiadas por el Pentágono, los sandinistas detuvieron las transformaciones sociales, pactaron con sus viejos adversarios y antes de perder el gobierno por vía electoral ya se perfilaban como una nueva elite dominante. Tanto en Bolivia como en Cuba existe el peso marcado de una larga historia de revoluciones que tienen tradición.
En Bolivia, Cuba, y Nicaragua se consumó el desmoronamiento de los viejos sistemas políticos y se implementaron cambios económicos, sociales, que respectivamente se estancaron, revirtieron, consolidaron y neutralizaron. Pero en los tres países se verificaron las formas de poder paralelo y los organismos desafiantes del estado, que distinguen a las revoluciones sociales de las rebeliones.
En otros levantamientos estos rasgos aparecieron en forma solo esporádica o conformaron inmaduros embriones. Algunas revoluciones no triunfaron, como la de El Salvador en los años 80 o fueron incipientemente aplastadas Guatemala en 1954 y Chile en 1970. De todas estas experiencias surgieron las tradiciones que nutren la lucha popular. Pero en forma estricta, el término revolución social es solo aplicable en el siglo XX a cuatro grandes eventos de la historia latinoamericana: México, Bolivia, Cuba y Nicaragua. En los tres casos la crisis del bloque social es la que permite la revolución.
A diferencia de muchas rebeliones, los levantamientos de Bolivia, Cuba y Nicaragua tuvieron un nítido desemboque militar. En los tres casos hubo lucha directa de las milicias populares armadas con el ejército regular.
En Bolivia, los batallones del gobierno fueron doblegados por los escuadrones de mineros, después de una durísima batalla de tres días que costó 1500 muertos. El ejército fue demolido por la acción armada de los obreros. En Cuba la guerrilla libró una guerra de desgaste contra la guardia nacional, que culminó con la ofensiva final del movimiento 26 de Julio. Veinte años después, una secuencia de similar de operaciones en el campo junto a insurrecciones urbanas condujeron a la victoria de Nicaragua.
En tres de los cuatro casos excepto Chile (En realidad en Chile no hubo una Revolución propiamente dicha, si se entiende a una Revolución como un movimiento armado, en Chile no lo hubo, pero sí hubo un gobierno socialista producto de las elecciones de 1970 en donde el candidato del Partido Socialista de Chile (PS), Salvador Allende llegó a la presidencia) se perpetró un enfrentamiento militar que definió el triunfo de los revolucionarios y el desmoronamiento del ejército oficial.
Este desenlace condujo al desplome de todos los organismos del estado burgués, que fueron reformados y reconstruidos (Bolivia), destruidos y reemplazados (Cuba) o demolidos y rehabilitados (Nicaragua). Estos resultados finales tan disímiles, no hacen desaparecer el enorme parecido revolucionario inicial de los tres procesos. Son movimientos distintos pero con un común denominador: la lucha armada en contra de clases dominantes.
Las rebeliones latinoamericanas recientes no alcanzaron en ningún caso esta intensidad. De los cuatro levantamientos de la última década, Bolivia se ubicó en el terreno más próximo a una revolución. No solo por la contundencia de las sucesivas "guerras" que libraron los sublevados (agua, coca, gas), sino por el principio constitutivo de organismos de poder popular (en las Juntas de El Alto). Pero la distancia que guarda esta convulsión con el antecedente de 1952 es muy significativa. En esa ocasión un ejército regular fue derrotado y desarmado por batallones mineros.
Es importante valorar esa dimensión subjetiva, ya que toda revolución se nutre de percepciones, esperanzas e ideales. Pero también es vital evaluar el alcance del giro actual para tomar conciencia de la distancia que falta recorrer. Las fronteras que atravesaron Bolivia, Cuba y Nicaragua tres grandes revoluciones sociales de América Latina, no han sido aún traspasadas (excepto por México en 1910).
Es posible que el uso de sustitutos menores como rebelión tienda a desvalorizar el alcance de los levantamientos de la última década, pero la distinción entre revolución y rebelión no tiene connotaciones ofensivas. Solo apunta a esclarecer grados de intensidad de la lucha popular para definir estrategias socialistas adecuadas. Notar que las sublevaciones en Bolivia del 2000-2005 no provocaron un colapso del estado capitalista comparable al observado en 1952, no implica quitarle mérito alguno a estos levantamientos.
Hay quienes sostienen que sólo hay una revolución cuando el movimiento de masas destruye a las fuerzas armadas del estado o de un régimen, como ocurrió en Nicaragua. Otros definen que hay revolución cuando cambia el carácter del estado, es decir, cuando el poder pasa a manos de otra clase, como sucedió en Rusia en octubre de 1917. Finalmente, están quienes aseguran que la revolución se produce cuando se expropia a la clase dominante, como ocurrió, por ejemplo, en Cuba, más de un año después del triunfo castrista. Son tres concepciones distintas de lo que es una revolución.
La revolución presenta ambas caras: es un instrumento de liberación deseado por los oprimidos y es también una categoría de análisis de la lucha social. La esperanza emancipadora no debe anular el potencial explicativo del concepto. No basta con evaluar las percepciones de los protagonistas. Se requiere, además, dimensionar comparativamente el alcance de cada episodio.
Algunos autores recurren al concepto de revolución política para ubicar los levantamientos recientes de América Latina. Los sitúan en un punto intermedio entre las rebeliones y las revoluciones sociales.
La oleada actual de luchas latinoamericanas se desenvuelve en una etapa internacional, que difiere significativamente del contexto predominante en las cuatro grandes revoluciones latinoamericanas del siglo XX. La revolución mexicana constituyó un anticipo del triunfo bolchevique y de la marea roja que cubrió a Europa Occidental.
La revolución boliviana empalmó con la secuencia de levantamientos que signaron la descolonización del Tercer Mundo. Las revoluciones cubana y nicaragüense inauguraron y coronaron, respectivamente, un ciclo de sublevaciones internacionales de gran protagonismo juvenil y fuerte centralidad de los proyectos socialistas.
La regresión social que reinstauró el neoliberalismo fue la chispa que en el pasado encendió las grandes revoluciones. La causa inmediata de la sublevación campesina en México fue la expropiación de las comunidades indígenas y la intensificación de la concentración de la tierra bajo el Porfiriato. La misma secuencia de confiscaciones precipitó el odio popular contra la oligarquía y el puñado de rentistas mineros que despilfarraba las riquezas de Bolivia.
También en Cuba la revolución se expandió en respuesta al pico de miseria y desigualdad social, que había impuesto por Batista. En Nicaragua, la victoria sandinista comenzó a gestarse, cuando el clan Somoza perpetró una descarada apropiación de los fondos recolectados para socorrer a las víctimas del terremoto de 1972. Pero no solo esta lucha social contra la explotación conecta las revoluciones del siglo pasado con las rebeliones de la nueva centuria. También la democratización perdura como un eje recurrente de los levantamientos populares. Esta demanda siempre alcanzó intensidad, cuándo los regímenes despóticos comenzaron a disgregarse. La revolución en Bolivia se desató en medio de la ingobernabilidad generada por el fracaso de la guerra del Chaco. El 26 de Julio puso fin en Cuba a varias décadas de inestables dictaduras y el Sandinismo desplazó en Nicaragua a una dinastía mafiosa en descomposición.
El perfil antiimperialista. La nacionalización del estaño que manejaba la "Rosca" de oligarcas locales asociados con las grandes multinacionales fue la primera medida de la revolución boliviana. En Cuba se puso inmediato fin al manejo norteamericano del azúcar, la electricidad, el petróleo, el níquel y los teléfonos. La revolución nicaragüense erradicó a un tirano a sueldo del Departamento de Estado, que fue célebremente definido por los diplomáticos estadounidenses: “Somoza is a son of a bitch but it is our son of a bitch”.

RICARDO GONZALEZ SAAVEDRA

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